La necesaria y urgente reforma universitaria

 

 

 

Diario IDEAL, 25 febrero 2015

 

En España estamos bien acostumbrados a que, desde hace varias decenas de años, no hagamos cuentas sobre nada de lo que disfrutamos. Se nos llena la boca de sanidad, educación, servicios públicos como si éstos, en realidad, no costaran nada. Y, sin embargo, son costosísimos por cuanto, algunos de ellos, dan atención o servicio a millones de ciudadanos. La enseñanza, la educación es una de ellos. Y la universitaria, más aún. El debate sobre la estructura universitaria española lleva abierto desde hace años. España es el país del mundo con más teles públicas y universidades publicas por habitante. Esto nos da una idea de lo que tenemos. Un mojón de universidades. Si los informes de PISA nos dejan en un lugar bochornoso en estudios no universitarios, las estadísticas mundiales de estos estudios (QS World University Rankings 2014/2015) nos da cuenta de que España no tiene ni una sola universidad entre las 150 primeras del mundo y hemos de esperar hasta la 160 para encontrarnos a la Universidad de Barcelona, 173 la Autónoma de la misma Barcelona, la 178 la Autónoma de Madrid. La de Jaén ocupa un honroso puesto 997, Almería la 919, Huelva el puesto 788, Cádiz el 682, por citar algunas andaluzas. Las más conocidas tampoco andan lejos en clasificacion: Granada por encima de la 461, Sevilla más allá de la 500. ¿Es para sacar pecho? Desde luego que no.

Las universidades públicas en España han crecido al mismo ritmo que las teles públicas. Recuerdo el dato de más arriba. Y todo ha salido de nuestros bolsillos. Por eso, si las estructura y mantenimiento de las teles públicas es un suicidio, ni hablar de las estructura universitarias que han crecido como setas para colocar a ciento y un mariachi enchufado de los políticos que las han ido creando. Y ahora empiezan a no salir las cuentas. Pero ¿han salido alguna vez?

Tener universidad del primer mundo tendría que ser equivalente a tener jóvenes del primer mundo. Y no. Nos damos cuenta de que el paro juvenil (el que llega hasta los 25 años) en España es superior al 50% y si miramos Andalucía, la cifra es acojonante: 59% (EPA 4T/14) (la media europea está en el entorno del 20%). Si medimos lo que tardan nuestros jóvenes en acabar sus grados veremos que en Europa la media es de 5 años mientras que en España superamos los ocho años (no en vano tenemos dirigentes que acabaron en diez años carreras que otros hicimos en cinco dignos años).

Esto nos lleva a pensar que los jóvenes españoles necesitan tener más de 26 años para empezar a pensar en eso de trabajar y saber si todos los años que han estado aborregados en aulas desde los 18, les sirve en realidad de algo, o no. Pero para eso deben o tienen que hacer un máster o postgrado. Lo que nos lleva a los 28 años. No será hasta los 30 cuando tengamos algo de experiencia y por tanto, no podemos aspirar a tener sueldos por encima de los 1000 euros porque aunque tengas doscientos títulos no tendrás ni puta idea de cómo se trabaja aunque sea de reponedor de huevos, y no puedes tener despacho, móvil y sueldazo de empresa.

Y todo esto no tiene nada que ver con las élites o las políticas de los recortes en esta materia. Tiene que ver que en los años setenta, por ejemplo, las pocas universidades públicas españolas que había, daban licenciados/as (con una media de 23 años) que al acabar, podían trabajar en sus respectivas profesiones. Que los que no tenían ni un duro, contaban con unas becas donde se primaba el esfuerzo y las notazas para poder aprovechar ese dinero que te daban y que tus padres no tenían. Y así, sucesivamente.

Hoy las becas ayudan a mediocres que deben luchar por no suspender unas cuantas y las aprobadas sacarlas con un raspado cinco. ¡Qué fue de los sobresalientes! Que con 30 años has perdido toda tu juventud en aulas, botellonas y cafeterías sin saber hacer la o con un canuto y todo eso se paga a costa de nuestros impuestos y de tus padres que te mantienen estabulado en tu dormitorio, con mamá y papá a tus disposición para pagarte móvil, interné, carné de conducir, conciertos y los condones de follar. ¿Y mientras?

Pues mientras, si eres razonablemente bueno, emigras porque en el resto del mundo, en los otros países con los que competimos, los jóvenes desde los 18 años (o antes) están acostumbrados a currar en lo que sea para poder pagarse sus caprichos y empezar a tener experiencia laboral. La universidad es cara porque son caras sus instalaciones, son caros sus profesores (se busca siempre a los mejores) y por tanto, es cara su oferta formativa. Porque si vales y eres un estudiante excelente tienes becas para estudiar en las mejores universidades del mundo. Porque si en tu región hay universidad, las empresas se matan en invertir en ellas para que de allí salga (o venga) el mejor talento y nutra sus propias filas y así, elevar el prestigio de todo lo que allí se hace; y así, suma y sigue. Pero en esto, como en otras cosas, en España hemos hecho la casa por el tejado. Pero no pasa nada. Este es otro aspecto que no cambiará. Es la España amamantada por la teta de lo público que hemos creado. ¡Qué fracaso!