La penúltima

 

 

Diario IDEAL, 23 diciembre 2014

 

Esto es lo que se dice cuando en realidad no quieres irte de una reunión de amigos. La penúltima y nos vamos, o sea, vamos a echar unas cuantas más porque estamos tan agustito que en realidad, nadie quiere irse. Bueno pues eso me pasa a mí. Esta es la penúltima columna de este año que se acabo y que, en realidad, no quiero que se acabe porque va tan enrachado que espero y deseo que el impar, 2015, no se tuerza y siga con la fuerza y empuje con el que se está agotando este 2014, año en el que incluso me ha tocado por primera vez en mi vida la lotería. Una tontería pero me he llevado doscientos ‘eurakos’ que ya me he fundido, pero que han sido la traca casi final de este año que como digo, al que le estoy enormemente agradecido.

La semana que viene, en la última, me dará tiempo a reflexionar sobre todo lo recorrido en estos trescientos y pico días, pero en la de hoy, mientras que ya se huele a turrón por las calles, las tiendas hacen su agosto navideño, los restaurantes cuelgan el cartel de no pasen porque morimos aplastados, y las familias se reúnen para celebrar, tal vez la cena y comida más importante del año, éste, echaremos mucho de menos a Fernando, que sigue haciendo realidad su ‘sueño americano’. Será una Navidad diferente sin él, aunque gracias a Skype, lo vemos y oímos como si estuviera en la habitación de al lado. Será también diferente porque, después de muchos otros años, celebraré la comida de Navidad en casa de mamá… años hacía que no pasaba tan magno evento. Y sumaremos a esta Navidad de 2014 la presencia, en la recta final, y en casa torresana, de una amiga especial que nos llega desde Nueva York y que tomará con nosotros las uvas que nos darán la entrada del esperadísimo 2015. Todo ello sin parar y un desenfreno de días de idas y venidas, felicitaciones, quedadas y hasta algunas migas, porque este año 2014 lo cierro con mi estreno como chef (aprendiz, más bien) en la catedral de la gastronomía patria como es la factoría Gastromedia, en Tres Cantos (Madrid).

Escribo estas líneas antes de coger mi coche y recorrer un montón de kilómetros que me lleven al sur no sin antes acordarme de todos mis seres queridos a los que en esta ocasión no veré, no por falta de ganas sino porque los compromisos laborales me tienen cogido por los cataplines: hablo de Mimí, mi abuela y de papá. Ellos, esta vez, como otras, seguro que me perdona y no me la guardan. Hay más días que botellines para celebrar esta Navidad aunque sea un doce de agosto porque de lo que se trata, querido lector es de aprovechar cada instante con las personas a las que estimas, quieres y respetas, como si no hubiera mañana, haciendo de cada segundo algo especial, diferente, único. Me gusta sentir que sea así. Un detalle, unas manos, una sonrisa, un beso, un abrazo. Eso es lo que nos hace verdaderamente ricos, nos sana el alma y nos hace mejores personas.

Yo tengo ya preparada la ventanilla para empezar a cobrar estos premios en las próximas horas, sobre todo, porque, además, sus Majestades los Reyes me vendrán en 2015 subidos en un avión con destino a Shanghái. Así que ellos ya saben qué dice mi carta.

Por todo ello, por todos ellos, por todos vosotros, por ti querido lector, esta penúltima antes de irnos definitivamente. Y añado, no dejes para mañana el beso que puedas dar hoy, no te guardes para mañana la sonrisa que puedas mostrar ahora, no niegues un saludo cordial, no dejes de felicitara a todo el que se acerque a ti y sobre todo, ser generoso de espíritu es gratis y llenas michos corazones con esa generosidad. ¡Practícalo! Lo demás, vendrá por añadidura.

Por mi parte solo desearte que hagas todo esto en estas fechas y durante los otros centenares de días que tiene el año. Con mis mejores deseos de que todo lo que te pase ahora y en lo que viene sea, lo mejor. ¡Feliz Navidad a todos vosotros, amigos!

 

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