El drama del ecommerce

Diario IDEAL, 15 enero 2014

Desde que España entrara en crisis, hace ya varios años (yo lo fijo en 2008), muchas cosas han cambiado. Desde luego el artificioso sector de la construcción y el financiero que llevaba aparejado, hoy es sólo un mal sueño en las cabezas de los españoles que, poco a poco, van descubriendo que para progresar hay que tener estructuras productivas sólidas -que no se crean en un día- y que para ello no hace falta solo dinero, sino también capital humano. La sangría que en este aspecto está sufriendo España es casi peor que la crisis económica. No hay nada más paupérrimo que un país sin talento. Está condenado irremediablemente a vivir de la limosna.

Por eso, y pese a la emigración del talento que estamos sufriendo (diseñadores, arquitectos, médicos, ingenieros etc -muchas gente demasiado cualificada-), hay sectores que antes apenas si eran citados y que gracias al desplome del vergonzante burbujeo ladrillero y sus derivadas político-comisionistas, empiezan a salir en las fotografías. Destacan ahora dos: el exportador y el comercio electrónico.

Hemos descubierto que en España se exporta. No en 2014. La moda española es moda internacional mucho antes de la crisis. Como lo es Zara, por ejemplo. Ahora se suman coches, bienes de equipo, agroalimentarios, etc. Tal vez porque eran lo suficientemente sólidos que, desplomado el gordo del cemento, el trinque y el soborno., ganan en importancia porque las cosas se hacían de otra forma. Ahora se descubren, por ejemplo, empresas cárnicas con más de 40 años de historia y muchos trabajadores en sus plantillas. Sin embargo les falta la confianza de los medios de comunicación, aún, para dar buenas referencias en sus noticiarios todavía plagadas de ladrones de guante blanco y afiliación política. Estas empresas han descubierto también que su mercado no es Sevilla, Madrid, Barcelona o Bilbao. Tu/su/nuestro mercado interior es Europa. Desde el cabo de San Vicente hasta la gélidas tierras de Ucrania, con millones de posibles consumidores. Los más aventureros ya están implantados en EEUU, China o Oriente Medio. La Tierra es un mercado global. Y esto, o se entiende, o estás fuera. Las reglas son otras desde luego, pero es lo que hay.

Otro sector que crece a empellones de energía es el ‘ecommerce’ o comercio electrónico. Las cifras empiezan a ser importantes aunque muy lejos del rey que es Gran Bretaña donde los millones de libras que menea lo digital es inalcanzable. Pero hay que seguir e intentar parecerse a ellos. Y es ahora cuando no damos cuenta de que el comercio electrónico no es poner una tienda en Internet. Es mucho más. Es imagen, comunicación, estrategias 2.0, interactuar con clientes, proveedores, respetar a la competencia, inversión, valor añadido, etc., y sobre todo, logística. Es decir, orden y concierto para que lo que tú compres llegue a su destinatario en tiempo y forma. Y aquí es donde comienza el drama español. Sin ánimo de generalizar, las empresas de transporte es España son un caos. El sistema de la subcontrata de la subcontrata de la subcontrata, la atomización en autónomos para el reparto capilar, la más que discutible eficacia de Correos, etc, etc, hace que el vender no sea lo difícil, sino que lo ciclópeo, es la entrega. Ese último tramo donde dejamos en manos de terceros, cuartos o quintos, todo nuestro esfuerzo comercial, para que al final nuestro clientes se caguen en nuestra puta madre por la mierda de servicio que le hemos prestado… y con razón.

Aquí nos queda entender, de una vez por todas, que en este sector debe llegar, insisto, el orden y el concierto. Deben llegar los repartidores limpios, el cumplimiento de los plazos de entrega, la eficacia en la gestión de la información, la respuesta ‘just in time’ de incidencias varias, y así hasta el infinito y más allá. Hay que reclamar que este sector se profesionalice aún más. Un ejército de repartidores cabreados con sus respectivas marcas matrices no hace sino hundir el citado y reluciente sector del ‘ecommerce’ que da señales de querer aportarnos comodidad y progreso en esta España del caos, los pillos, golfos y otras hierbas, los ‘deportistas’ de puticlub y defraudadores de Hacienda y ‘paraperiodistas’ de folletín que atiborran cada día la nicotínica televisión.

2014 podrían ser un buen año para que todos interioricemos la necesaria adaptación al medio, la gestión del cambio, la limitación de los recursos, la eficacia, el servicio bien hecho, el trabajo del día a día, y sin duda, la oportunidad de crecer sobre cimientos sólidos que nos permitirá que regresen los buenos y mejores que un día se fueron dejando el país en manos de los mediocres, oblatos y gentes de medio pelaje.

Sin duda, si todos sumamos, todos ganaremos. Porque aún no se ha descubierto un sistema económico por el que sin hacer ni el huevo se viva de puta madre por los siglos de los siglos. Un poquito por ser mejores cada día, nos ayudaría mucho. Sobre todo a los que tenemos ganas, energía, fuerza e ilusión por ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente. ¡Bendito castigo divino!