El extraño oficio de emprendedor


Diario IDEAL, 17 febrero 2010

El diccionario de la RAE (ww.rae.es) define el verbo emprender como ‘acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro’. Hay quien emprende camino a casa para regresar, quien emprender la ardua tarea de sacar unos presupuestos generales, quien emprende la aventura de cruzar al Canal de la Mancha a nado, etc. Sin embargo, y de esto saben muchos los americanos y pocos los españoles, hay quienes emprenden, casi a diario, la ardua tarea de atravesar a nado el amplio mar llamado aventura empresarial. Unas acertadas, otras equivocadas, unas exitosas y otras repletas de tropiezos, errores, fracasos… Pero hasta en estas ocasiones, de los errores, se aprende, forjando lo que comúnmente conocemos como experiencia. No es la madre de la ciencia, pero sí una de las mejores consejeras del mundo.

De mi primera aventura empresarial, ignoro el comienzo. Pero sí la veo lejana en el tiempo. Tal vez fue aquel día en que Doña Carmen nos obligó a dibujar un anuncio para vender de lentejas. Estaba en 3º de EGB. Mi dibujo, ganó. Recuerdo el triunfo como el de un futbolista al meter su gol en aquella España de televisión en blanco y negro. Y hasta la fecha.

Esta semana de preparativos, nervios, y demás aspectos relevantes que preceden al lanzamiento de un nuevo proyecto empresarial, han venido a parar a mis manos -mejor, mi pc- una serie de consejos, siempre sabios, y enviados con los mejores deseos y desde el corazón. En todos esos mensajes recibidos había una misiva común: deja que la experiencia forme parte de ti; acéptala como ha llegado hasta ahora; abre tu corazón.

Así lo he hecho. En los escasos segundos que dedico a la meditación he dejado a un lado lo más negativo de la experiencia para transformarlo en positivo porque, al fin y al cabo, forma parte de mí, y si estoy aquí es porque he ido completando fases -todas necesarias e inevitables- que, otra vez, me preparan para inaugurar una nueva y apasionante andadura empresarial. ¡Oído cocina! Desplegamos el velamen y dejamos que los trapos bellamente anudados al trinquete, mayor y mesana hagan la tarea para los que fueron diseñados. Preñados de viento, emprender -otra vez- un periplo que, por desconocido, formará parte, dentro de unos años, de ese bagaje que configura la extraña sabiduría de la experiencia. Pero no se trata de una experiencia fija, sino como decía en mi pasada columna, de un aprendizaje en continua formación que me -nos- permita seguir sabiendo lo ignorante que soy y las enormes posibilidades que aún me quedan por descubrir, al menos, hasta los 67 años, edad en la que tal vez, por imperativo legal, me toque pasar a la reserva.

Pero ahora, mirando a casi 26 años vista, me quedan las ganas y las ilusiones de pensar que a esa edad tendré los ‘reaños’ de meterme en otro ‘fregao’, sin miedo, y con ese perenne gusanillo de saber qué pasará al final de los pasos dados.

Es el extraño placer que genera el ‘endorfínico’ oficio de emprendedor. Droga dura.