Goma de borrar gomas (III)

 

 

Pero ahora, sentando en aquella cama, sin recordar dónde estaba o por qué tenía la sensación de llevar allí más de un día, lo confundía. Logró aclarar la vista. Le embargaba la sensación de que se había despertado y sus lentillas estaban completamente secas. Por tanto, su visión era borrosa, cubierta por una nube nívea que precisa de lágrimas para aclarar la lente, primero, y enfocar bien, después.

Una barra de labios roja sobre la cajonera que se situaba frente a la cama, le hizo hilvanar vagamente, los primeros recuerdos de la noche que hasta ahora había quedado en blanco. Era de Soraya. Dirigente política que sólo practicaba sexo anal. Afirmaba en tono despectivo que «mi secreto, queda para el señor» -de su partido, claro-.

Sin duda, una de sus mejores clientes. Un poco de vaselina de la lata azul y ella enlazaba, orgasmo tras orgasmo. Un trabajo fácil.

Pero eso no era todo.

La barra estaba abierta. Y con ella, la leyenda escrita en el espejo. Retornó en una fracción de segundo a la realidad de su olvidada noche.

 

Foto: Lady Gaga por Terry Richardson