III

miro la hora en el reloj:

creo que es la de la partida;

aquí se quedan mi cosas,

las que no pesan, pero hunden

en pensamientos de los que no soy dueño,

tirando hacia lo más profundo de tu ser,

plateado, evocante,

paseando por tus venas cargadas de serrín;

olvidé mis pertenencias porque mis posesiones

se escaparon de este lugar,

dejando extensiones sin medida:

no hubo propiedad;

¿cómo saber si los besos pesan o caben

en un cuarto cuadrado,

repleto de gotas amargas de un amor

que comienza a abandonarse?

ella desaparece entre las nubes

que deciden interpretar el brillo del sol

dando comparsas de llanto al cielo;

ahora, lloro cuando finjo escribir,

esperando que su luz preñe mi vida.

Del poemario "el aire huele a tu nombre"