Mamá ¡ya sé qué quiero ser de mayor!

 

 

Diario IDEAL, 7 noviembre 2012

 

Pepito, ¡ven acá pacá! decían las mamás de antes. Ha venido tía Angustia que te trae un estuche de colores para que pintes a ver si te dedicas a esto y nos llenas la casa de pinturas y quién sabe si no serás un Picasso el día de mañana. Entraba la tía Angustias y tras estrujarte la cara y besotearte con ese tipo de besos que se oyen más allá del infinito y entregarte tu estuche de colores, te decía: ¡Ves Pepito! Ahora puedes pintar. Porque puedes ser pintor o ¿qué vas a ser de mayor?

¡Coño! ahí estaba la puñetera pregunta que te ronda la cabeza toda la vida. ¿Qué quiero ser de mayor? Las tías, las abuelas, las mamás, las primas y toda clase de familia política consanguínea, colateral o política, se pasaba toda la vida haciéndote esta pregunta hamletiana: ser o no ser. Ser esto o lo otro.

La verdad es que yo con 43 no sé si he llegado a la edad para saber si el concepto ‘mayor’ forma parte del universo de cuestiones de índole irresoluble que se te plantean desde aquél día de mayo en que hice mi 1ª Comunión.

Hubo una época que quería ser peluquero. Otra en la que mi destino era ser mecánico de coches. Casi siempre me dijeron que fuera profesor. Otras, notario. Un día fui abogado. Otro escritorcillo de poemas húmedos. Me llaman para ofrecer conferencias y compartir mi sabiduría errática. Y la mayoría de las veces no tengo ni puta idea de lo que soy. Pero hoy, perdido, ya sé qué quiero ser de mayor. Y sobre todo se lo digo a mamá, que siempre está preocupada porque tenga un rumbo fijo. No, mamá. Lo siento. Lo que te voy a decir no te va a gustar. Lo sé. Pero estoy convencido de que si te pusieras en mi piel, me apoyarías.

Quiero ser 007. Ya lo he decidido. Me quiero ir al MI6. Quiero ser agente secreto. Pero el agente secreto más conocido del mundo. Me quiero embutir en esos trajes de Tom Ford que me sientan de lujo porque sólo peso 70 kilos. Además quiero viajar de isla en isla y de monte de Venus en monte de Venus, sin mover un sólo músculo, que por cierto tendré que poner a tono para que cuando salga del agua, en azules playas caribeñas, a las negritas se le salten las gomitas de los tanguitas.

Por fin sabré jugar al póker, y ganar. Y lo mejor es que te mandaré algún milloncejo para que te los gastes en cañas con tus amigos en Jaén. O te enviaré un pasaje a Shanghai para que acudas a una timba ilegal luciendo las joyas de la corona que por supuesto su graciosa majestad me habría dejado para tan noble fin. ¡Qué mejor que la luzca tu madre que no una meretriz de alto caché!, diría la Queen en la boca de M.
Descarta verme en coches de muchos kilómetros. Cada vez que me deje caer por Olive City iré subido en un Aston Martin y tal vez te suba al Castillo en un helicóptero para que a tus amigas se les caiga la baba. Por supuesto no beberé vino ni cerveza: sólo Martini ‘mezclado, no agitado’. Las heridas y magulladuras se me curarán lo que dura el suspiro del Moro y no te preocupes si me caigo de lo alto de un tren en marcha, de un avión sin motor o de un barco bombardeado. Seré, por fin, 007 y descansarás relajada en su brasero esperando que me saquen en Antena 3 como el hombre de la pistola de oro, que te escribe desde Rusia con amor, o se pasea desde Moonraker porque la espía que me amó me quiere sólo para sus ojos y me espera cada día en su silla del Casino Royal lista para irnos a nuestra finca de Escocia llamada Skyfall. Pero no sufras porque el mañana nunca muere y pese a que sólo se vive dos veces, el mundo nunca es suficiente para acreditar mis acciones al servicio de su Majestad. Por tanto asume que en este panorama para matar seré yo, y no otro, el que tenga licencia para matar. Ser un doble cero es un trabajo más digno que ser un político o un sindicalista español. A estos los mandaba a la isla del Dr. No para que con Míster X jugaran a deshojar la margarita de su permanente desempleo.

Ya lo sabes. Ya sabes qué quiero ser de mayor. Espero estéx conforme con esta decisión y se lo digas a la abuela y a todas las primas, titas y familia. Este verano no vas a caber en la playa de Salobreña cuando lo cuentes.

PD: Este es otro homenaje a mamá por invitar(me/nos) a ver la última de James Bond. Lo fácil que es hacer feliz a un hijo. Desde esta columna, con amor.