Querido 2018 - Vagamundos

Querido 2018

 

 

 

Querido 2018: aún no te conozco y. sin embargo, estoy deseando descubrirte. Se nos va el vetusto diecisiete y llegas, jovenzuelo, arriesgado y descarado para despeinarme, de nuevo. El viejo no ha acabado mal. Es más, llegó soplando despacio y conforme lo fui conociendo, esos soplos se convirtieron en verdaderos vientos del Oeste. Y no han cesado. Por eso, y por tras muchas más cosas, caro 2018, serás muy bienvenido. Llegas en formato par que sucede al impar. No sé si los pares son mejores que los impares, pero este par, como el del motor, seguro que nos da muchas alegrías. Como en una pista de carreras. No soy de hacer resúmenes ni grandes balances o fijar objetivos a largo plazo, máxime cuando el carpe diem es casi la orden que va impresa en mi día a día.

Sin embargo, en un simple ejercicio de memoria, si tuviera que resumir este año que se me va, podría hacerlo con una una sola palabra: búsqueda. Sí, el año 2017 ha sido el de la búsqueda. Buscar y rebuscar. La búsqueda de un sueño, un destino, una amistad, un amor, un océano, un desierto o una puesta de sol. Incluso ha sido el año de la búsqueda incesante de Claire y sus pies desnudos. Búsqueda en movimiento, como esa pluma que caía junto a las zapatillas de Forrest. Como ese viento que llegaba, soplaba y se marchaba mientras ajaba la piel del desértico Lawrence. Como una bala que, solo ante el peligro, disparaba Cooper. O como esa nota escrita que se desprendía del puente que uniría para siempre a la granjera y al fotógrafo.

Buscar es apasionante, incluso aunque sea en contra de las normas, como un Capitán Fantástico. Buscar es sentarse en un escalón desconocido a contemplar la luna, my little, oh, girl blue. Buscar es nadar desnudo entre los peces del asfalto, mientras tarareas aquello de good times never seemed so good. Buscar es tocar el sol de California o detenerse en medio de la nada para fotografiar un amasijo de hierros con un pasado glorioso y un futuro cercano a la multiplicación de la antimateria. Buscar y rebuscar, como el que busca en el baúl de los recuerdos porque al lugar que fuiste feliz no debieras tratar de volver, aunque lleves tu cepillo de dientes y tus gafas de lejos.

La búsqueda de este año que se va está marcado por diecinueve crímenes, quince dólares, cuarenta y dos kilómetros, siete días y siete noches, cuatro contenedores y un sin fin de números para un libro sin pastas, ni páginas, ni letras. Porque en la búsqueda también bailas con esas notas musicales convertidas en letras invisibles que coses a tu camisa con nombre de mujer y un I don´t love you anymore. Música de una temporada. Música de una búsqueda.

Una búsqueda infinita, interminable, tal vez atemporal, porque sólo buscando, en la búsqueda, encuentres sentido a todo lo demás, hasta llegar a ese lugar siempre soñado que puede tener forma de pelo, oh sweet of mine!

Buscar y rebuscar, es el sentido del año impar que agoniza. Buscar y seguir haciéndolo es el marchamo que marca el nacimiento del par que nos abrazará en unas horas. Ignoro qué búsquedas me traerá el número dieciocho, pero si le aplico la medicina del sesenta y nueve estoy seguro que mis velas seguirán llenándose de viento, aire, brisa para seguir navegando entre dos continentes, para seguir en movimiento, para seguir buscando.

Querido 2018: aún no sé cómo te llamas o cuáles son tus apellidos. Pero lo descubriré. Lo buscaré aunque en ello emplee trescientos sesenta y cinco nuevos días.

No tengo prisa.

 

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Fotografía: Playa de San José (Almería-España). 26 Diciembre 2017.

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