Se pintan uñas por 5 euros

Diario IDEAL, 24 julio 2013

La reputación de Lucía crecía y crecía por días. El barrio, uno de los muchos que existen en DF, estaba contento, se respiraba en el ambiente que el éxito del nailsbar de Lu fuera tan conocido. De hecho, hasta se comentaba que una productora de televisión iba a llegar en cualquier momento para hacerle una proposición interesante a esta chica que llegó, tras superar numerosas vicisitudes en su vida, a instalarse en aquel barrio. Una Kate Von D de las uñas en aquel modesto barrio.

Muchos de sus amigos hacían cola en la puerta de su establecimiento ‘Reda and red’ para comprar bonos de sesiones de pinta uñas para sus parejas, mujeres, esposas, amantes, amigas… Tal era el éxito de aquel lugar que todos se preguntaba el secreto.

Aparentemente Lu era una chica normal. Se había hecho a sí misma consiguiendo el visado y la residencia. Llegó al barrio hace unos tres años y todo el dinero que traía lo invirtió en un pequeño local que convirtió en un agradable nailsbar, o sea, un salón donde arreglarse las uñas, de manos y pies.

Su fama pronto empezó a crecer. Los colores de aquellos esmaltes eran únicos diferentes, impactantes. Sobre todo el rojo. Se llegó a rumorear que en realidad Lu era una vampiresa que por las noches salía de caza y con la sangre que le robaba a su víctimas ayudaba a componer una especie de esmalte de color granate que en realidad era lo que subyugaba a sus clientas. Al llevar parte del alma de sus víctimas en las uñas de manos y pies, tras obtenerla con juegos sexuales, aquello prendía la llama de sus portadoras y conseguían entrar en una especie de éxtasis lo que las convertía en devoradoras de hombres. Por eso aquellos hombres, los de aquel barrio y los de los alrededores, hacían colas interminables para comprar sus bonos.

Sin embargo era una leyenda negra; una historieta de bar, tequila, vino blanco o cigarros a medio apagar. Lu era una chica normal. De tez morena, destacaba por calzar siempre stilettos rojos con la inscripción de su marca ‘R&R’ en las agujas que las separaban del suelo, no menos de diez centímetros. A simple vista, llegaba a los 180 centímetros de altura. Sin embargo no era agraciada. De pequeña cayó sobre un brasero y se desfiguró por completo toda su cara. Ardió su casa y en ella sus padres y hermanos. Su tía fue quien la acogió y tras pasar muchos meses en rehabilitación, acabó sus estudios primarios, pasando por diferentes salones de belleza donde, en silencio y arrinconada por muchas compañeras, aprendió el extraño arte de pintar las uñas que ahora la tenían en lo más alto de su carrera profesional. ‘Red and red’, era el local de moda. Se comentaba en bautizos, comuniones, bodas, entierros, supermercados, talleres y puticlubs. Cuando las meretrices del ‘M30’ llegaban su local, se liaba parda en el barrio. Toda clase de hombres y mujeres, salían para ver aquel desfile de modelos tipo ‘Priscila, reina del desierto’ que aquellas mujeres, que cobraban no menos de 2000 euros por noche, lucían por las aceras del barrio de camino al ‘Red and red’.

Pero aquella mañana de agosto, de aquel tórrido agosto, el vecindario se quedó atónito al ver a Lu entrar en el coche de la policía. Detenida, esposada, sin sus tacones, descalza y el rostro aún más desfigurado y desencajado por la situación, dejó a sus vecinos en un silencio que duró varios días hasta que el noticiario de mayor difusión desveló los motivos de su detención.

Lucía era en realidad una obsesiva en su trabajo. Para conseguir la perfección, cada noche asaltaba diferentes estaciones de bomberos donde raspaba la pintura de aquellos camiones con las que realizaba, mezclando con unos alcoholes especiales que le traían de Japón y una colonia alemana realizada a base de ‘esencia de clítoris’, su esmalte único, irrepetible e irresistible para los hombres. Cuando detuvieron a Lucía los daños causados ascendían a más de cinco millones de euros, porque cuando arrasaba con toda la pintura de los camiones, descerrajaba un cargador sobre las ruedas con una pistola automática en venganza, eso declaró, por aquella omisión de socorro que sufrió cuando era niña. Su desfigurado rostro fue el éxito que cosechó la dotación de bomberos que aquella tarde, por su ineficacia, provocó que la vida de Lu cambiara para siempre.