Unas bragas asesinas

 

 

 

Diario IDEAL, 20 agosto 2014

No era nada extraño que Jugger y Matt, la pareja del año, fuera la encargada de aquel caso. Los periódicos llevaban semanas destacando el buen hacer de esta pareja que, incluso, ya había recibido la propuesta de participar en algún reality para hablar de sus proezas como agentes contra el crimen organizado. La última, una tele de capital italiano, les había ofrecido el acompañarlos en directo en todas y cada una de sus intervenciones en las que fuere preciso o estuviera previsto abrir fuego.

‘¡Después de los cuernos, la gente quiere sangre en directo!’ le había dicho el productor del programa. Ellos, por supuesto, declinaron amablemente la invitación pese a que había muchos euros encima de la mesa. No estaban para realities. No estaban en el cuerpo para mostrar la extrema miseria que llega a verse cuando eres un agente que trata con la más extrema de las acciones humanas.

Saboreando todavía el café a las siete de la mañana, recién llegados el edificio de la Comisaría Central, tenían cita ‘arriba’. Goldfegrund, el comisario jefe, les había llamado para acudir a su despacho a la cinco y media de la mañana. Nada habitual en las costumbres de ‘Goldfinger’. Ellos, con el amargo aún del café prendido en sus labios y sus lengua rasposas color marrón, estaban sentados, puntuales, frente al poblado bigote de su comisario. El, sin apenas ofrecer muchos datos, les había dejado sobre la mesa unas extrañas bragas rojas.

Afirmó: es el arma del crimen. Todos los cuerpos aparecidos sin vida en las últimas semanas tenían las mismas bragas -el mismo modelo, claro- introducidas en sus bocas. Ellos murieron por asfixia. ¡Asfixia metánica!

Jugger y Matt no daban crédito a aquella retahíla de datos. ¿Metánica? Sí, era un derivado especial del metano, el hidrocarburo alcano más sencillo. Al parecer la asesina, porque era evidente que era una mujer, introducía hojas de marihuana en su vagina y dejaba que se produjera su putrefacción anaeróbica. Elegido el siguiente objetivo, ella, se colocaba sus bragas rojas, quedando impregnadas con restos metánicos de la segregación vaginal producida por sus orgasmos. Era multiorgásmica y además, cuando asfixiaba a las víctimas, les dejaba restos de su fluido en los labios. Así la muerte era dulce pero segura.

Jugger y Matt, la pareja policial del año, era la que debía investigar los crímenes -hasta doce- de las bragas rojas. Era una tarea que, de llegar a buen puerto, los elevaría a los dos al rango de comisarios jefes, dejando de una vez por todas las calles de aquella ciudad repleta de miseria y ahora, además, con la presencia de una asesina en serie que se corría en las bragas para ahogar a sus víctimas. Todos, hombres de entre 39 a 41 años, justo la edad que ambos tenían. Jugger, 40 y Matt 39.

¿Serían los próximos?