Rubias y Cadillacs

Ibamos a rubias y Cadillacs. Discutíamos si en el asiento delantero o en trasero. Teníamos tiempo, botellas de alcohol y las noches jamás acababan hasta que colgábanos los tirachinas de aquellas rubias en las antenas de nuestros Cadillacs. Jugábamos a ser piratas. Competíamos en octanaje y condones. Eramos jóvenes. Nuestros tupés dibujaban garabatos en sus montes de Venus a los que subíamos por tener un Cadillac.

La última noche, la noche que nuestros Cad’s ardieron, me quedé esperando a la rubia que habría sido la reina de mi asiento de cuero. Aquella noche regresé sin un tanga en mi bolsillo y a bordo de un Seat 1430 que olía a tabaco. Y la caja de condones sin abrir. Aquella noche dejé de ser joven.

(San Antonio / Mayo 12, 2020).