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2008¡Más Bond, por favor!
Había una coplilla de Aute que decía quello de más cine por favor. Y hoy uso esas letras para reclamar más Bond. ¡Por favor! Apenas cien minutos para la vigésimo segunda entrega de este clásico, me han parecido escasos; por no decirles cicateros (al director y al productor).
Craig, creo que ya lo he dicho en más de una ocasión, es, junto a Connery y Brosnan, de los mejores Bond cinematográficos. Craig, sin duda, representa al del Siglo XXI, muy en la línea de Bourne.
En Quatum of solace –secuela de Casino Royal-, Daniel Bond Craig, es implacable. No busca la venganza estricto sensu. Es fiel y leal, pese las innumerables trampas que los enemigos le colocan por el camino. Un Bond menos seductor, menos conquistador, menos british, pero un Bond que corre como ninguno. Y sobre todo, un Bond que, por primera vez, aunque no quiera reconocerlo, mata por amor. Y eso lo hace humano, débil, infalible.Vesper ha sido la única mujer que ha hecho que Bond dimita por correo electrónico desde un barco en Venecia. Y eso lo hace más cercano. Atormentado.
La chica de la película, Olga Kurylenko, no está mal pero no roba planos en ningún momento. Cosa que no ocurre con la última que sale. En la escena se le reconoce como una agente del servicio secreto canadiense -creo que es Stana Katic-. Impresionante. Ella. Le roba el plano y la cartera al mismísimo Craig. En directo. Sin anestesia. ¡Fantástica!
En el escaso metraje de la peli, Bond realiza varias persecuciones espectaculares por Siena (Italia), visita Londres, salva a Olga en Puerto Príncipe, localiza a todos los malos -Green, un militar boliviano y un jefe de policía medio español– en Bregenz (Austria), busca a su amigo en Talamona (Italia), y se resuelve la trama en La Paz (Bolivia) y el desierto -localizado en Chile que dejan imágenes que rememoran al spaghetti western y a una Olga muy al estilo de Sofia Loren- y Kazap (Rusia) donde, finalmente, acaba la película.
Bond, que nunca había dicho que se iba, ahora está tranquilo y ha vuelto a recobrar la confianza que, en realidad, nunca perdió ni de M ni de su Graciosa Majestad.
Pero hay que decirles a los señores de la saga que no nos hagan pelis de Bond de sólo 100 minutos, por favor.
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