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2009Enigmático desierto (II)
Al llegar a El Hamma sabemos que estamos ya en otro mundo, otra cultura, otro territorio. Los restos de visitantes y turistas han desaparecido. Los autocares repletos de ellos no paran por estas latitudes y utilizan la carretera de Matmata, más al sur, para sus meteóricas visitas en manadas humanas.
En El Hamma el ambiente huele, como en mucho puntos de Túnez, a cordero. Huele a cordero por todas partes. Estos animales se ven colgados a cientos por los innumerables bares que existen a lo largo y ancho de todas las carreteras y pueblos por lo que vamos pasando. Por aquí aparecen por doquier hombres y mujeres subidos en carros, niños jugando descalzo en las calles. El tiempo parece haberse parado en esta parte del mundo.
Tras El Hamma y hasta Kebili, más kilómetros de tierra plana, donde sólo hay ya matorrales. El marrón y el ocre comienzan a dominar todo el panorama. El tráfico es casi inexistente. Varios camiones cargados de cemento de una destartalada fábrica que existe a medio camino entre estas dos poblaciones, es lo único destacable. El sol comienza recobrar su brillo.
Kebili es anunciada como una cuidad donde hasta hace bien poco, era puesto habitual para el tráfico de esclavos. Así es. La población negra destaca rápidamente entre los viandantes. Douz no está a más de 20 kilómetros. La luz del sol parece que vuelve a su estado natural, poco a poco. Parece un sol cansado.
En estos pocos kilómetros que nos separan de nuestro punto de destino, ya se ven los primeros oasis y plantaciones de palmeras datileras. Kebili nutre de dátiles a toda Túnez y eso se nota. Miles de palmeras comienzan a sembrar el horizonte de balanceantes y sugerentes saludos a los que llegan.
Si hasta Kebili el paisaje estaba cargado de palmeras y matorrales, desde aquí hasta Douz, de repente, todo va desapareciendo. La arena comienza a tragarse todo lo que se encuentra en su paso. Ahora las palmeras están más salteadas; su imagen ya no es la de las grandes plantaciones, sino que son ligeras manchas verdes enterradas en una dulce y sedosa arena. El desierto está cerca.
* Foto: El Hamma
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