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200968
Ideal, 8 julio 2009
Días atrás me sorprendía con la noticia: la vejez llega a los 68 años. Es una encuesta americana, pero que, en cierta medida -si es que la hay-, al estar en un mundo globalizado, los del primer mundo nos sentimos ya bastante reflejados en las encuestas que se hacen en otros países, salvo si hablamos de armas o jamón.
’68’ fue la edad media dada por 2.969 adultos de más de 18 años, al ser consultados sobre cuándo creían que se empezaba a ser anciano. Esta edad, es la media. Porque los de 65, decían que para ser viejo había que llegar a los 74, y los de entre 30 a 40 años, lo fijaban en los 70 años. Esto es, cada cual ve la realidad bajo su prisma. Nada nuevo bajo el sol.
Hay quien con 12 años es todo un viejo, por sus chistes, comportamientos y demás aptitudes copiadas de los adultos, y quienes con 70, son más jóvenes que cuando tenían 18 años. Eso de que la edad no es la cronológica, sino que la que se siente, es cierto. Yo ahora con 40 años, corro diez kilómetros a una media de algo más de 4 minutos por kilómetro o soy capaz de trabajar doce o más horas, sabiendo si necesito dormir para descansar o si ese sueño en concreto merma mis opciones de seguir compitiendo en la vida. Con 25 estaba más limitado porque me conocía menos.
Hay quien con apenas 20 años, está cansados de vivir y se suicida o deciden arruinar sus vida, con 16, lanzándose en las pérfidas manos de la droga. Hay quien lo hace con 50, pero éste, ya no tiene solución. Ser padre a los 45 no es lo mismo que a los 29, ni viajar con mochilón, es igual con 18 que con 57.
Creo que cada edad tiene lo suyo. Y la vejez llega, sin duda. Pero creo cuando llega esa edad 68, 70 ó 74 debe llegar encontrándonos con las mayores y mejores posibilidades y calidades de vida. Estimular a lo largo de los años cuerpo y espíritu es esencial. Trabajar los músculos y las neuronas; aprender y aprehender sistemáticamente; no dar jamás un paso a atrás ni para coger carrerilla y tal vez, vivir cada día como si fuera el último, nos garantice -más o menos- llegar a colocarnos el traje de pino con dignidad. Ésa es la clave. Llegar a ser viejo y hacerlo de forma digna.
El ritmo de vida actual pone en riesgo las compañías seguras de otras épocas. Ni los hijos, ni las nueras, ni los primos, ni nadie está ya por la labor de aguantar a los nuevos ‘viejos’ que llegaremos a ser. Por eso, hay que empezar a saber que el reloj nunca se para y lo mismo que preparamos nuestra cuenta corriente para saber que el día que nos jubilemos, no nos falte nada -porque lo de las pensiones está sentenciado de muerte-, hagamos lo mismo con nuestro cuerpo y mente.
Y en todo caso, me quedo con una frase de Joaquín Lorente: « Vivir con el sueño de hacer posible una honesta utopía personal, es vivir dos veces».
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