Un descanso de… leyenda

Elsie Poncher puede estar contenta. Y yo que me alegro. Soy multimillonario en miles de aspectos pero en cash… como que no. Siento no tener esos más de cuatro millones de pavos americanos para descansar junto a una leyenda; pero, insisto, me alegro por la viuda Poncher y el nuevo propietario del pisito de arriba. Esta vez, la tentación vive abajo.

Yo que he dispuesto en mi testamento in voce que, al palmar, se me pegue fuego y arda como una tea, pediré como último deseo -así se lo haré saber a mis herederos- que un puñadito de esas cenizas sean depositadas en el Westwood Village Memorial Park de Los Ángeles.

Me ahorro todo ese pastizal y podré, al fin, compartir no sólo cicatrices por ausencia de vesícula sino también vidas rebeldes con faldas y a lo loco, mirando las cataratas del Niágara sabiendo que navegamos por un río sin retorno donde no hay paradas de autobús riéndonos al no haber sido millonarios de Something´s got to give.

************************

Si te gusta lo que escribo, tal vez quieras leer y votar el relato  ‘Costumbres peligrosas’. Anímate y vota. Gracias

***********************