Malakazynthos (día 2.2)

Barcelona ciudad. Finisterre español en este trayecto. 10.40 horas tiraba carretera y manta. A las 11 y pico paraba a desayunar, aún en tierras valencianas. A punto de meterme otra vez en la AP7. Al final, un palaco de 21 eurazos. No el desayuno. La (A)utopista de (P)eaje 7. Un calor de muerte, Me he parado hasta tres veces para refrescarme, quitarme los guantes y respirar.

Antes de llegar a Tarragona, desvío a las 340. Las químicas están ahí. Tarraco. Santa Tecla y su bandera llena de olas senyeras. Quien no la conozca que venga a conocerla. Un teatro romano digno de una capital imperial. Al final del paseo, un balcón. Suspiros. Barcos y mar.

Rectos al recuerdo. Sin  anestesia. Uno se hace de eso que también ha vivido. La playa de Clará está como siempre: bella y tranquila. Mi corazón late… tranquilo también. Dicen que es pasado cuando no duele. Estoy en paz. Repostaje a escasos kilómetros antes del ‘arc’ de Bará. Allí está. Junto a ‘La bota’, magnífico restaurante.  Roda de Bará y su pueblo español, bien merece una visita, no hoy, que no la hubo. Si eres viajero, párate y descansa aquí. Oirás el mar.

Último asalto. Directo al Muelle de San Beltrán. Billetes en orden. Listos para el embarque. Antes, una gozosa vuelta fernandina por la Ciudad Condal. Vuelta tocaya. Es bella la ‘joía’ desde la moto. Barcelona es bella. Tiene nombre de mujer. Y tú mujer, por serlo, eres bella. Barcelona ciudad.

20.00 a la cola pepsicola para el embarque. Llegan seis motos de los ‘spaguetti roads’. Nos toca los primeros. ¡Ja! Por motero… montera y primero.