Malakazynthos (Italia I)

Rompo este día 3 porque merece la pena o porque me da la gana. Tocamos tierra a las 18.30 pero no desembarcamos hasta las 18.45. Todo según lo previsto. Garaje 7 a recuperar la HD. Vuelta a colocar equipaje y rampa. Estoy en Italia. Busco dirección Roma. A12/E80. No hay error. Las señales me dirigen bien. Las anotaciones que llevo sobre el mapa -a la antigua usanza- me sirven como guía. Malas noticias. Creo que habrá poca luz. En breve se hará de noche. En cuanto dejo el puerto, repostaje en la primera gasolinera. Rumbo a Roma. Hay que rodearla. Mis previsiones se confirman. Me coge la noche de lleno antes de llegar a la ciudad eterna. Hay millones de coches. Mi vista se reduce en un porcentaje alto. Los miopes con esas farolas naranjas estamos casi ciegos. Tranquilo. Sin perder los nervios. La moto me ha enseñado a que subido en ella, todo es diferente. Hay que agudizar el ingenio. Familiarizarse con las indicaciones y tranquilidad. Mucha tranquilidad. Si me cuelo, daré la vuelta.  Llevo las indicaciones grabadas en la memoria.

No me pierdo. Firenze/SS1/A1 Aurelia. Pronto veo la señal de L`Aquila (E80) y Napoli. Son indicativos verdes y grandes. Autostrada. A24. Dirección L`Aquila (A24). El rodear Roma me lleva casi una hora. Hay un intenso tráfico en ambos sentidos. Me recuerda a un día normal en Madrid. Nada extraño. De Roma nada de nada. Mucha señal de entrada pero ni con el rabillo del ojo. Por fin llego la bifurcación Napoli / L `Aquila. Se pasó el agobio. Eso creía.

Tras dejar Roma y pasar unos túneles -los primeros- de repente noto como la temperatura va bajando hasta que esa bajada es espectacular. 8 ó más grados. El frío es intensísimo. Como el tráfico. Hay obras y muchas señalizaciones. Me voy quedando entumecido. No podía imaginar este descenso tan brusco de temperatura. Como algunos de los tramos por los que transito.

Decido detenerme en una zona de descanso. No sé cuánto me queda. Me coloco el ‘sotocasco’. Comienzo a atravesar uno tras otro, varios túneles kilométricos. -Anotación aparte, se merece el pago de las autopistas con guantes, tickets, dinero y su pelleja nació-.

Comienzo a temblar. Me paro en una estación de servicio. Pregunto. Me restan 50 kilómetros. No podía imaginarme el frío y la zona de montaña que estoy atravesando. Los túneles me dan cuartelillo. Aguanto el frío. A la salida de cada uno de ellos, se me encoge un poco más el cuerpo. Miro el cuenta kilómetros. Aguanto. Más túneles. Curvas. Más curvas. Ni puta idea de dónde estoy. Ni cuánto resta. Agoto 200 kms desde mi último repostaje y paro. Pregunto. L`Aquila, 1 kilómetro. Joder he llegado y casi palmo de frío. Allí está ‘Usita L`Aquila ovest’.

Pero no todo es frío en esta vida. Faltaba llegar al hotel. L’Aquila. Son las 21.45. Tardo 45 minutos en llegar el hotel. Esto es un laberinto. Miles de señales de pizzerías y bares. Esquinas, cruces. Las faroles son candilicos en la noche. Casi nadie por la calle. Recuerdo el mapa de Google pero es que la puta realidad se mea en los mapas del ‘gogle’ de las narices, por no decir, de los cojones. Pero es que no llevar ‘gps’ tiene esto. Toca preguntar. Un Rover parado en un semáforo. Pero la peña no sabe inglés y en italiano explicado como el que va al mercado, pues ni papa. Sí, a la derecha o izquierda bien, pero nada más. No hay ni el tato por las calles. ¿Calles? ¿Y las aceras? El asfalto tiene más bollos que la escupidera de un manicomio. Yo no llego. Vueltas y más vueltas. Y congelao como un polo flash.

Veo a una pareja paseando de la mano y pregunto. Ella más espabilada que él, me lo explica despacio. Casi la entiendo bien. Sigo las indicaciones pero la calle está cortada. Típico. Ley de Murphy. Te jodes como Herodes. Pero la moto es ese vehículo que todo lo puede y, entre pirula y pirula, giro y contra giro desemboco en una calle en la que intuyo ver la figura insigne del hotel que reconozco por las fotos que había visto en Internet.

¡Cuñaaaooo que he llegaooo! Grito. Aparco. Desmonta todo y a la habitación.

Soy una especie de trozo de mojama más helado que un granizo. Me doy una ducha abrasadora y me meto en la cama. Desnudo.  No escatimo en manta y colcha. Coloco el despertador a las 8.00. Creo que tardaré unas dos horas en llegar a Ancona. Mi barco sale a las 13.30 horas.  Tardo cero coma en quedarme tronco perdido.