Mi orgullo patrio

Diario IDEAL, 14 octubre 2009

Cojo un azucarillo blanco. No; mejor uno moreno, de azúcar de caña. Lo dejo caer suavemente dentro de un vaso de agua. Se deshace lentamente. Miro el vaso y aún quedan gránulos del terrón como resistiéndose a desaparecer diluídos en el líquido elemento. Pues más o menos, así está mi orgullo patrio. La semana pasada la Ministra Salgado afirmaba que a la economía española le ocurre como a las mujeres, deben trabajar el doble para que se les reconozca su esfuerzo. Pues bien, ayer Día de la Hispanidad, Fiesta Nacional o cómo quieran llamarlo, en mi caso, me dediqué a trabajar como un día normal. Trabajar el doble para que se note, para que con mi granito de arena la economía española supere este agujero negro en el que nos han metido iletrados constructores, avariciosos concejales de urbanismo, ‘yonkis’ del pelotazo, políticos sardina -se arriman al ascua que más calienta-, vampiros secesionistas de cuenta corriente, etc., etc., etc.

Por eso ayer, día 12 de octubre, pasé incluso de mirar a una bandera de ese país al que ya no conozco. Un país de belenes y grandes hermanos que saca su bandera en paradas, como las de ayer, llenas de rancio sabor a exhibición ‘vedettera’ de los políticos actuales que usan a las llamadas FAS, no FF.AA., o sea, Fuerzas Armadas, como títeres en papeles de soldaditos de plomo. Total si en Afganistán no estamos en guerra.

Reconozco que ya no me queda nada de orgullo patrio. Dejé de creer en Dios cuando me dí cuenta de la mentira montada a su alrededor. Antes se quemaba en su nombre y hoy, entre curones y obispones, los otros, se colocan un cinturón con bombas porque los llama por teléfono el suyo. Dejé de creer en la Patria al ver que se la juegan al Monopoly. Los señoritos de las diferentes bancadas autonómicas, apuestan y se la rifan. Incluso mis jugos gástricos no aguantan ya el ascazo ‘pepero gürteliano’ que ha decapitado mis escasitas esperanzas de regeneración. Aquí hay hasta putas de lujo para políticos, empresarios y banqueros de alcantarilla -perdón eso está en Murcia. Era en Benidorm y Alicante-. Y dejé de creer en la Justicia cuando me di cuenta de que el ruido de togas, al igual que el ruido de sables, hace y deshace a medida. Como los buenos sastres. Miren sino a la chica de Úbeda o la estrella plateada de la Audiencia Nacional.

Perdóname respetuoso lector porque ya no creo ni en Dios, ni en la Patria, ni en la Justicia. Tres pilares sobre las que varias generaciones trabajaron para dejarnos algo digno que, a su vez, pudiéramos dejar a nuestros hijos. Y tras casi cuarenta años -otros-, hay basura, mierda y corrupción allá por donde se mire.

Ayer, día 12 de octubre, trabajé como el resto de los trescientos y pico días que tiene mi calendario que no entiende de período de sesiones, vacaciones pagadas, sindicatos presupuestados, bigotes, padrinos, trajes, subvenciones a hijas, ‘psoefilos obamitas’ o ‘peperos’ de vientres dilatados.

Y lo peor de todo es que los soldaditos pagan esta pantomima. Total si Afganistán es una misión de paz y reconstrucción. Perdóname lector una vez más porque si no creo ni en Dios, ni en la Patria, ni en la Justicia… ¿en qué puedo creer? ¡Ah si! en llegar a convertirme en un animal que rebuzna siguiendo a CR9. Todo un consuelo.