Y ya van tres…

 

 

Diario IDEAL, 2 abril de 2014

Y no será la última. Otra vez estoy en Polonia y van tres. Y reitero; no será la última. Este país empieza a ser talismán para mí. Desde luego aún no sé qué es pasar frío aquí y pienso que cada vez que vengo me traigo el sol de España, ya sea febrero, septiembre o marzo. Ayer domingo rozamos los dieciocho grados. Aquí por tierras varsovianas ando enfrascado en un nuevo envite para que las huestes de estas tierras se suban, sin ninguna duda, a la gasofa sana y saludable que es nuestro virgen extra. Creo que voy a dejar de usar ya ‘aove’ porque está tan manido por tantos nuevos y sobresalientísimos entendidos que han brotado como flores de jazmín, que, como sigo siendo un vulgar aprendiz de casi todo, me veo en la obligación de volver a lo básico. Es el zumo de aceituna el motor de la aventura de Kochamoliwe que tantos buenos y excelentes resultados está ofreciéndonos en este país digno de admiración por muchos y variados motivos que no viene al caso porque esto es una columna personal no una letanía histórica de ejemplos de superación ante la adversidad y la aniquilación extrema.

Cuando vine por primera vez aquí pocos dieron un duro por nuestro proyecto polaco, pero hoy, tres años después, el tiempo, el trabajo, el tesón, la constancia y el acierto de Anna Machera no sólo nos ha dado la razón sino que el presente y el futuro son más que alentadores: son, simplemente, maravillosos. Y lo mejor es que estoy siendo testigo de ello y, créeme querido lector, es de las experiencias más gratificantes que he vivido en mi corta pero intensa vida de vagamundos. Me quedan muchos viajes a Polonia. Y eso me motiva aún más.

Pero ha querido el destino que sea Polonia y en concreto Varsovia la ciudad que me ha visto ponerme, de nuevo, las zapatillas y participar en una media maratón. Los seis meses de lesión y rehabilitación han supuesto que esta carrera, no sólo haya sido mi primera carrera de este año 2014 sino que sea ya mi reencuentro con esa extraña sensación de ser dueño de tus pasos, de la libertad de entenderte con tu cuerpo y sobre todo, gozar hasta puntos insospechados del dulce sabor de la superación. Cuando ayer domingo cruzaba la meta, llevado en volandas por miles de personas aplaudiendo, con un tiempo de 1:37:14 y lucía orgulloso en ese instante la bandera de España reivindicándome con ‘he vuelto’, todas esas semanas de ostracismo deportivo pasaban ante mí como si de una sola foto se tratase y hacía de esas fracciones de segundos insospechadas dosis de despelotada felicidad. Puede parecer pueril, pero son esos momentos los que verdaderamente hacen que vivir sea todo un ejercicio de permanente ‘dar gracias’ por tener lo que tengo, por ser como soy, o simplemente por dejarme sentir, experimentar y vivir estas gotas de sensaciones incomparables.

Polonia es, en resumen, un buen resumen de todos estos años en los que he luchado por elegir mi camino tras abandonar, aquel veintiseis de julio de 2006 todo lo que tenía hasta la fecha y reinventarme desde el más absolutos de los ceros. Quizá hoy, más que nunca, agradezca que aquellos matones en Lisboa me pusieran la pistola en la cabeza para que mi vida cambiara para siempre.

Hoy, a estas horas, en el silencio de la noche, con la música de la tele de fondo, estoy escribiendo esta columna con una enorme sensación de razonable, moderada y contenida felicidad por todo lo que me está pasando; por todo lo que estoy compartiendo con Anna y el montón de amigos que estamos haciendo en este camino.

En este preciso instante recuerdo el primer día de 2011 que llegaba a Varsovia donde me esperaba una ciudad, un país, un idioma completamente desconocidos para mí. Y sin embargo, tres años después, esta ciudad, este país, este idioma forman parte de mi vida como lo son Jaén, Madrid o Londres.

>Acabo esta carta desde Varsovia con amor (y van tres), animando a mi compatriotas a salir a conquistar el mundo. España, nuestra gente, nuestros productos son de altísima consideración y estima, vayamos donde vayamos. Las puertas de los tres continentes que he visitado ya siempre han estado abiertas e incluso en países con ninguna tradición oleícola, como es Polonia, está todo por hacer. Y encima los polacos son trabajadores, educados y descaradamente hospitalarios. Hoy, hoy, precisamente hoy, puedo afirmar, sin riesgo a equivocarme, que volveré, y volveré muchas veces. Tantas como mis piernas me lo permitan y visto lo visto, tengo piernas para muchos kilómetros.