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2009Diario de un post yuppie (II)
El director de escena grita desde el fondo del dormitorio para que vaya descolgando uno a uno, todos y cada uno de sus trajes. Convenientemente ordenados: colores y estaciones. No es plano de un metro; su tren sólo para en: primavera, verano, otoño e invierno. Simples y sencillas estaciones.
La música que deja el viento, acompaña en su armónica puesta en escena. Uno a uno, van cayendo sobre un enorme espacio en blanco: ¿una bandera de paz? No; una sábana bajera que esta vez se convertirá en un liberador hatillo. Se escapará de su casa con una enorme bolsa repleta de trajes.
El tintineo de las perchas vacías van componiendo un acompañamiento metálico a la canción ventosa. El cubículo de madera empieza a sentir frío. Se está vaciando. Están extrayendo de él todas sus interioridades, mentiras, peajes; sus tripas salen caminando para acabar dócilemente acostadas sobre una blanca sábana en la que los tigres y los leones, sólo existen si coges un bolígrafo y los trazas en sus suaves extensiones.
Desnudo el armario, es hora de diseñar el cierre.
Comedidamente, una a una, coge con cuidado cada una de las cuatro esquinas. Se cierra la carta. Querida Milagros, esto es para ti; quédate con todo. Te lo regalo, pero no te lleves mis trajes. Son lo único que tengo. Mis compañeros “sine die”. Por más que mires sus forros no tiene fecha de caducidad.
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Foto: Cereal-Killer
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