Euroescéptico

Ideal 27.5.2009

Este pasado jueves, compartía los estudios centrales de la Cadena SER-Jaén con Manuel Gabriel Pérez, Delegado provincial de la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa. Allí, a micrófono cerrado, le confirmaba mi «euroescepticismo», ante la convocatoria del 7-J. Pero este sentimiento, lejos de ser similar al que gastan algunas fuerzas políticas europeas, se sitúan más en el ámbito local. Y cuando hablo de local, hablo de esta España, que cada vez lo es menos. «Desde que me conozco», sé qué es Europa. Es decir, desde que tengo uso de razón, he sabido, he conocido, he viajado a lo largo y ancho de este continente. He disfrutado de sus diferentes costumbres, gentes, idiomas, colores, sabores y olores. Me encanta, porque disfruto viajando y observando a las personas, esté donde esté. Sin embargo, esa Europa romántica, se ve pisoteada, una y otra vez, por un club de señoritos, que hacen y deshacen al calor de los grupos económicos de presión de turno, o sea, los «lobbies» de toda la vida. Y esta «maripandi» de tecnócratas, parlamentarios desahuciados -en España es clamoroso-, burócratas, etc., que gana pasta a raudales, van y deciden sobre cada uno de los pueblos que integramos y vivimos en la vieja raptada de Zeus. He perdido la fe en las instituciones. Así. Sin más.

Me convocan para votar -eso siempre lo hago-. Pero lo hacen, por un lado, los socialistas usando unos tics tan sectarios en su campaña que -¡de verdad!- pienso que estos tíos creen que somos gilipollas (lo del cura y lo del neonazi es tan rancio y burdo que duele el sentido común); por otro, los «peperos», presentando a un señor, otrora el Ministro del Interior más valorado de la Democracia, que no transmite nada de nada, de la mano de un Rajoy que debería estar viendo crecer a su niña en algún pasto gallego. Y de los demás casi ni hablar. Salvo del partido que esta vez se llevará mi voto: UPyD. Lo he dicho. Siempre voto.

Pero esta vez, la fuerza de Rosa Díez, y el fucsia de su autobús electoral, serán merecedores de mi confianza. Es el único partido que me trata como ciudadano de primera -su candidato, Sosa Wagner, fue Premio Delibes de narrativa en 1992 por ‘Es indiferente llamarse Ernest’-, que llama inteligentes a los ciudadanos en sus discursos y da ejemplos prácticos de igualdad, ejerce con valentía su compromiso y desde luego, invita a la participación bajo el principio irrenunciable de la libertad de las personas. Pero este convencimiento personal, en modo alguno me hace pensar que Europa camine hacia ningún sitio. Es más ¿cómo creen que se puede caminar en una amalgama de veintitantos países, si en España, el Gobierno da una ayuda para reactivar la compra de coches, y hay 17 opciones? ¿Cómo pedir poder disfrutar de los mismos derechos de un sueco, holandés, griego, rumano o portugués, si aquí, un gallego, un riojano o un castellano-manchego, poseen diferentes derechos que yo?

Perdónenme, pero esto es de locos. Estamos en manos de una clase política con una formación intelectual que roza el quinto de primaria. Disfrutan de unos privilegios escandalosos y desde hace años, no pasean por las calles de sus ciudades. A mí, estos «señoriting@s», han conseguido que los obvie en mi quehacer diario. Voto porque sé qué significa ese derecho. Pero nadie me va a convencer de que en Bruselas, se deciden mis intereses. Desde luego, si los tengo que dejar en manos de Maleni, mejor salir corriendo.