Foxy Knoxy

Un brutal juego sexual. Así es como describió la Policía italiana la muerte de la estudiante Meredith Kercher el 1 de noviembre en Perugia, en la casa que compartía con la estudiante americana Amanda Knox. Su cuerpo fue hallado sobre su cama, completamente ensangrentado.

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La puerte estaba entre abierta. Amanda aún se retiraba el semen de su cara. Sollecito se había corrido una vez más sin necesidad de usar su vagina. Ella, Foxy Knoxy, devoraba, comía, tragaba y casi, se hacía impenetrable. Sentía un atracción salvaje por los penes. Cada noche soñaba con uno, con otro; con éste o aquel; de un tamaño o de otro. Pese a los jadeos de Sol, así le llamaba tras cada comida fálica, oía como en su cama, Rudy y Meredith, hacían que las patas del canapé se fueran doblando poco a poco.

Atraída por aquel intenso olor a sexo, se recogió con el dedo meñique la última gota blanca de la comisura de sus labios. Entró sigilosamente. Colocándose junto a la pareja, ciega en deseo, introdujo su dedo anular por el esfínter anal de aquel negro cimbreante. Él se arqueó. En ese instante, Foxy Knoxy, celosa, enferma, envidiosa, abducida por aquel juego sexual, sesgó de un tajo los entrecortados jadeos de aquella puta que llenaba de fluidos vaginales su santa cama. El trozo de espejo para la coca, le sirvió de arma homicida. Con la sangre  emanando a borbotones, tuvo un orgasmo.