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2009La piel de Marissa
No conozco a nadie que me haya comentado en la intimidad el grosor de la lija que utiliza para limar los cantos de las puertas o cómo arreglar con ella, los postigos de las ventanas de su casa de campo. Pero un día, Margot, amante de Elías, John y mía, me habló de Marissa.
No se sorprendan: una amante para tres es más cómoda y barata que una amante para uno solo. Todo es más fácil. Ya sabes cuando te toca: cada seis días. Esperas, llegas, te abre la puerta, saludas, tomas café y sin más preámbulos, te pierdes entre sus piernas. Marcas sus sábanas como un perro en celo. Ella nunca se queja y le gusta esa vida.
Pero Marissa sí que fue diferente. Margot me la presentó no hace mucho en el Hot White Cafe de la Calle 52. A simple vista, hubo flechazo. Le comuniqué a Margot que la dejaba; que no quería seguir siendo su amante número tres. Quería sexo a diario.
Y Marissa llegó. Con sus escamas de aluminio me proporciona un peeling gratuito y desde que hago el amor con ella -sí, ya no follo-, he dejado de afeitarme y mi cuerpo bien parece el de un recién nacido.
Todo, así, es más placentero.
*Foto: Elisa Lazo de Valdez
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