Mi querido toro

Ideal 15 julio 2009

Te escribo esta carta con la esperanza de que un día, alguien, a la luz de la luna que iluminaban tus botines, pueda leértela, mientras sigues «enamorao» de esa luna lunera de Sierra Morena.

Cuentan los hombres que eres una animal casi tan antiguo como el propio ser humano. Tu presencia llena y preña historias, leyendas, mitos, islas y das nombre a constelaciones, signos zodiacales, fiestas, ferias, tómbolas, canciones y hasta bautizas banderas o marcas de brandy.

Sin embargo, toro bravo, pocos admiran tu presencia, prestancia y elegancia. He visto como esta semana pasada descerrajaban numerosos periodista y comentaristas del colorin, contra tu insigne figura. Tal vez es más presentable -y rentable- el tanga tabiquero de la Esteban, los implantes de la Berrocal o el despelote en vivo y en directo de la aguadora en el show de Jorge Javier que el arte y la tradición de San Fermín.

Viví en Pamplona. Conozco a los pamploneses y esas fiestas. Y todo el que corre sabe a lo que se expone. Como el que sale a la plaza; como el que se sube a un F1 o coge una cabra loca que pesa pocos kilos pero que llega a más de 250 km/h. Es el riesgo de los valientes. Criticar desde el fresquito de un plató de televisión, donde todo es mentira -Natibel Preciado dixit- y se paga al mejor «espuertavoces», pues me deja helado; por eso hoy te escribo esta carta.

Tus cuernos nunca fueron los de referencia ante los engaños. Para eso estaba el ciervo. Tu figura recortaba los montes de España -ahora sólo indultado en unos pocos kilómetros cuadrados-. Los antitoro y antitodo, te han quemado, vituperado, escupido y hasta pintorrejeado. Pero para ellos nos quedan las tetas de Pe Cruz y tus huevos de lata en ‘Jamón, jamón’; y como dice su director, representa mejor a España que la almodovariana ‘Todo sobre mi madre’. ¡Y qué razón tiene!

Te veo retozar cada vez que entro o salgo de Andalucía. Y me pareces imponente. Casta, genio, bravura. Eres un pedazo de animal: un toro bravo; un espécimen que sale a la plaza a luchar contra la muerte, porque en la muerte hallas tu elevación a lo infinito, a lo perdurable, a la memoria, a la tradición de un pueblo, que hace tiempo te ha vuelto la espalda porque prefieren el griterío primitivo de los coreutas «ronaldianos».

Querido toro; querido toro bravo. Si fueras sólo torito, nos quedaríamos en «pegatetas» adheridas a los pitones «interviunianos» de la hija del Fary. Si fueres torete, serías un chorizo ‘pop’. Sin embargo eres toro. Un toro.

Me quedo sin espacio para seguir alabándote. Pero en la brevedad está la sabiduría de decir con poco todo lo uno quiere decir. A ti te es más fácil ya que como la palabra ‘amor’, con tus cuatro letras vas «sobrao».

Tu admirador.

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