Ni-nada playera

El tanga jugaba entre las piernas de su dueña. Mientras, el sujetador desescalaba los pezones que, adornados, se asemejaban a platos de tazas de café. Y llegó el chorreón de la protectora. Siempre policía; vigilante. El tanga, cabreado, se soltó dejando la melena al viento de su rubia propietaria que corría tras él pespunteando un enorme reguero blanco tras de sí.

* Málaga. 25.5.09.