Ser felices en estos tiempos

No sé cómo empezar esta reflexión. Este fin de semana se me ha ocurrido leer sólo prensa económica. ¡Dios mío!… por prescripción de salud mental, no lo haré en los próximos meses. Con motivos de estas lecturas he comprobado que el personal está para ahorcarse. Sólo se habla de la crisis; hasta  los que nada tienen que temer. Pero nada, leña al mono y a llenar de negatividad a todo el mundo. Y no quiero ser insolidario. Sólo pretendo ser realista.

Estoy convencido de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, de que hay que ajustarse el cinturón, de que los banqueros son unos ladrones, de que los ejecutivos de las grandes compañías despilfarran visas, móviles, secretarias y nightclubes, de que los políticos son chupópteros improductivos y los sindicalistas son esos burguesitos desvergonzados que viven en coche oficial a costa de los paganini de turno. Pero de ahí a que todo sea negro, negro, negro… -remember Paint it black de The Rolling Stones– hay un abismo.

Nos hemos quedado con la única medida de la pasta, el parné, la manteca, los monigotes, el billetaje… Y creo que yerramos, una vez más.

Beb Shahar sabe de felicidad. Es profesor en Harvard y sus clases están siempre repletas. Un 20% de los graduados de esa Universidad pasan por ellas. La felicidad cotiza para economistas, sociólogos, psicólogos, etc. Pero no lo vemos. Está demostrado que poseer dinero o bienes materiales -los 400 euros de ZP se han convertido en teles planas a miles- no da la felicidad. Buthán, un país cerca del Himalaya usa el índice de la Felicidad Interior Bruta y aplican a ese índice aspectos tan sencillos como asistencia sanitaria, conservación de los recursos o tiempo familiar.

Quizá este reajuste a la baja que sufrimos nos venga bien a todos. Pero hay sectores que crecen y con fuerza, tal vez porque sus trabajdores sean felices con lo que hacen o, simplemente, lo son.

Quien se siente enormemente satisfecho con lo que hace, trabaja para ser feliz, con capacidad de realización y satisfacción personal, antes de hacerlo para ganar dinero, entra en estado de flujo.

Los que estamos en ese estado nos esforzamos por las cosas hasta un 87% más que el resto de personas. Habría que pensar si todos entráramos en ese estado de flujo, tal vez ayudados por un poco de sol -¿dónde estás Rey astro? ¿Te fuiste con el estafador de masas Al Gore?- nos iría mejor.

No niego que la solución pase por quemar bancos, multinacionales, sindicatos, partidos, pardos, moncloas y parlamentos. Y eso, con un 87% más de ganas, nos aliviaría mucho colectivamente. ¿Se imaginan 44 millones de Cheguevaras?

Yo me dejo la barba, ¡ya!