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2009The dark side of the moon
La gata caminaba sin apenas romper el silencio que dormía en el largo coredor. Era 18 de enero y el frío se notaba hasta en el papel pintado que decoraba todas las paredes de la casa. A veces, se formaban extrañas burbujas de aire que, en realidad, eran filtraciones de humedad. Congeladas, posteriormente, dejaban enormes chorreones que estropeaban las flores en ramos que salpicaban los espacios no cubiertos ni con cuadros, ni muebles. La gata de detuvo en la segunda puerta. Algo llamó su atención. Se acercó. Introdujo su pequeña cabeza blanca a través del espacio que separaba el marco de la puerta. No hubo tiempo para que las bisagras cantaran. Eloisa, aterida, desquiciada, amargada por aquel invierno duro y largo, decidió que era hora de comer. Había atravesado con unas tijeras la cabeza de su gata. En el rincón más oscuro de la habitación y bajo un enorme póster de Pink Floyd y su The dark side of the moon, ardía un infiernillo que ahora usaría para guisar gata.
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