Abuelita 112

Diario IDEAL 22 septiembre 2010

Este pasado fin de semana probaba en mis carnes lo que viene siendo la necesaria reestructuración de tareas domésticas debido al reajuste presupuestario familiar que necesariamente ha determinado la reducción de jornada para los prestatarios de horas de trabajo por lo que, asumiendo la gestión de esas horas, ahora sin titular, me tocó, ante la alternativa de aspirador o plancha, optar por surfear al calor del vapor de un triángulo isósceles que alisa nuestras vestimentas. Esta opción siempre será así, al igual que ante la disyuntiva de fogón o jabón para platos, siempre tiraré al jabón por eso de que soy un cocinero que no pasaría jamás a los anales de ninguna historia. Menos de la mía. Reconozco que hacer ‘surfing planchero’ se me da bien. La tabla, un poco baja, pero me defiendo por las olas de las arrugas diseñadas por esos materiales que, lavados, presentan tanta ondulaciones como el desierto africano. Y lo hago bien, porque, una señora, convertida en madre, me enseño a practicar este deporte con la dignidad con la que otros enseñan a sus vástagos a montar a caballo o a seguir su estela política. Eran otras épocas, claro.

Primero estudiante parturienta, luego madre criadora, luego opositora, luego profesora y todo ello con la magnífica carga social de cuatro hijos que acababan con las existencias de intendencia en menos que un sindicalista tarda en salir a tomar café, imprime carácter y supongo que ella pensaría que o ‘les enseño a estas funciones’ o el día de mañana ‘se me los comen con sopas’. Y creo que acertó. No por las sopas, sino porque, por lo que me toca, me convirtió, también, en un superviviente de las tareas del hogar. Uno nunca sabe si lo que sabe en sabiduría o experiencia hasta que llegados a estos acontecimientos sabes que es gracias a la constante formadora de tu progenitora que quiere, de verdad, preparar a los trabajadores del futuro que tiene muy claro qué es la igualdad de género sin ‘bibianadas’ mentales.

En esto, que después de tirarse casi cuarenta años al servicio de la comunidad, pasa a la reserva. Pasa a ser jubilada. Y de formadora de personas, ahora lleva una pegatina en la frente que dice: 112. Es decir, ‘abuelita 112’. No le ha bastado este verano organizar ágapes y boatos, porque le tocaba como madre de niña en época de casamiento. No. Con una llamada atiende nietos, cuida hijos, alimenta a familia política, te monta un día de playa con tortilla de patatas riquísima, se pinta la uñas, acude al estilista capilar y si la economía no aguanta, te realiza uno de esos préstamos de los de ‘irán y jamás volverán’. Esta ‘abuelita 112’, que piensa que el llamamiento a que un día de este septiembre no atienda a sus tareas es otra de las muchas ‘pesebradas verticales’ a los que nos tienen acostumbrados estos caudillos de cinco tenedores y puño en alto, es una trabajadora social de altísima cualificación y sin ningún tipo de remuneración. Hace más por colaborar con la conciliación laboral y familiar que ningún agente infiltrado del CNI. Comparte conocimientos culinarios con más arte que Arguiñano en Antena 3, asegurando el 100% del share. Y sobre todo, dispone de unos fondos estructurales que, ante cualquier coyuntura económica que afecte a sus vástagos, colaterales o descendientes legítimos, reparte sin necesidad de pasar por largas comisiones de estudio, delegados de zona o estudios de viabilidad.

Es la suerte de tener una ‘abuelita 112’ en la familia. Ella lo sabe, a riesgo de asumir su explotación… Con cariño. Y mucho.

PA: No secundaré la huelga general. Pido que todas las abuelitas y abuelitos 112 que tampoco la secunden. Si están en un crucero de lujo, están perdonadas. Ese descanso se lo tiene merecido. No por sindicalistas. Si no porque se lo merece. ¡Buen viaje!