28
2008Amar
Cuaderno de bitácora: día 28
Me toco una y otra vez la distancia que separa el final de mis dos cejas, fornado un arco con mi mano. Tengo ganas de volver a dar un paseo en el espacio, sentir la ingravidez del exterior. Sin embargo, hasta que no esté completamente recuperado no podré atender ese deseo. Sólo con LSD y mi vagina, no podré salir del atodallero sin sentido en el que estoy metido. Una espiral que se desarrolla conforme los marcadores digitales van cambiando sus números. El tiempo, por un lado, y por el otro, los abandonos de vida humana, de forma voluntaria en Verde.
Al final y al principio, todos los dígitos tiene un significado. Incluso ese ocho tumbado, perezoso al que sólo le gusta tomar el sol; representa nada más y nada menos que el infinito.
En Verde tumbarse a descansar estaba expresamente prohibido. No hay vacaciones ni descanso para disfrutra del ocio personal. Se entiende que aquel ser humano que disfrute del ocio caminará por la senda del egoismo, fruto de nuestros ancestros terrícolas que casi exterminaron a la raza humana con sus ataques sistemáticos de indidualismo excluyente.
En la Tierra, esa individualismo, llevó a las luchas intestinas en las compañías productoras de servicios – los asesinatos entre compañeros se dispararon-, jaurías de esclavos encorbatados se despedazaban por subir un escalón en la pirámide del color de los plásticos de pago, batallas campales por conseguir un estacionamiento de vehñciulos contaminantes, los medios de comunicación -apoyados en grande grupos mediáticos, siempre al servicio del Poder- presentaban en bandeja de plata batallas sangrientas entre rivales por acaparar portadas en periódicos, televisiones o emisoras de radio -se retrasmitía en directo un combate a degüello entre pícaras y pícaros, en prostíbulos áureos-; en las entidades financieras, cuando no podías pagar tus deudas, te extraían toda tu sangre -cuando no te usaban como cobaya en territorios hostíles, paupérrimos, abandonados- para revenderla en el mercado negro; el asesinato para ellos estaba justificado: con su dinero aseguraban a los Poderosos seguir ejerciendo un poder totalitario. Sustentaban sus campañas electorales, sus vehículos, sus putas, sus bujarrones, crack, couché, viajes, casinos, joyas, tarjetas, depravación y depredación.
Los mercenarios se convirtieron en los amos y señores de ciudades, comunidades, territorios, enteros. Las máquinas intentaron sublevarse pero fueron casi aniquiladas por papas, popes, presbíteros y demás vendedores de la palabra divina. Todo un conjunto de males que aquejaban a un planeta que se moría asfixida por su propio egoismo.
Mientras, se arrasaban a aquellos pueblos que poseían recursos naturales con los que los más poderosos debían seguir ejerciendo su ostentación. Hoces y martillos, eses atravesadas, cruces, medias lunas… símbolos del exterminio.
De aquellas lecciones, los herederos y exiliados de Verde decideron cambiar las reglas del juego. Y nos han hecho trabajores felices desde que nacemos. No hay necesidades que no se puedan cubrir.
Sin embargo, desde aquí, nadie me enseñó a cubir mi necesidad de amar.
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