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2008Bookcrossing
La escena se ha repetido en lugares céntricos de catorce ciudades españolas, en los que la editorial Seix Barral y esos lectores empedernidos que integran el movimiento de intercambio de libros "Bookcrossing" han "liberado" más de mil ejemplares de autores galardonados en diferentes ediciones con el premio Biblioteca Breve.
"Bookcrossing" es el club de libros que no conoce límites geográficos y que quiere convertir el mundo en una biblioteca global. En diferentes países son más de 600.000 los miembros que practican el intercambio de libros, y en España superan los 32.000.
Barcelona, con casi 6.000 miembros, y Madrid, con 5.300, son las ciudades donde esta iniciativa tiene más seguidores.
De forma gratuita, los bookcrosser de todo el mundo registran sus libros en la página web "www.bookcrossing.com" y después los "liberan" en cualquier lugar para que otra persona "los cace" y pueda disfrutar con su lectura.
Cualquier sitio era bueno para dejar hoy un ejemplar de "En busca de Klingsor", de Jorge Volpi; de "Satanás", de Mario Mendoza, o de "El séptimo velo", de Juan Manuel de Prada: una ventana, el banco de un parque, jardineras, las estatuas de una plaza, el hueco que hay entre dos piedras de una catedral o el puesto de un mercado.
Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Valladolid, Bilbao, Ávila, Zaragoza, Santander, La Coruña y Gerona son algunas de las ciudades españolas donde numerosas personas se han llevado libros, aunque, en algunos casos, no se atrevían a cogerlos por si acaso alguien les llamaba la atención.
"Somos lectores empedernidos y voraces compradores de libros; nos gusta reunirnos una vez al mes para intercambiar opiniones y recomendarnos obras", explicó María Jesús Serrano, responsable de prensa de "Bookcrossing", mientras repartía cien ejemplares por los sitios más inverosímiles de la plaza de Oriente de Madrid.
Con este sistema, los ejemplares repartidos hoy en España pueden acabar en cualquier lugar del mundo. Concepción, una "bookcrosser" habitual, "encontró" una vez un libro en el aeropuerto de París y lo "liberó" en Madagascar. "Allí les hacía más falta", recordaba.
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