De cristinos y urdangarinas

Diario IDEAL, 12 febrero 2014

Si uno repasa un poco la Historia de Europa y sus reinos, descubrirá reinas cornudas, desterradas, decapitadas, vírgenes; de los reyes ni hablar: golfos, cazadores de toda ‘bicha’ viviente, impotentes, gonorreícos; y de sus balidos y cortesanos tres cuartos de lo mismo. Pero las dos grandes guerras mundiales (en el fondo, dos contiendas civiles europeas), pese al coste humano, trajeron a Europa la mayor época de prosperidad y bienestar social nunca jamás antes conocidos. Y la democracia también. Y las monarquías debieron volverse al pueblo y para el pueblo; con el pueblo y por el pueblo. La legitimidad ya no la daba Dios, sino las urnas, mucho más poderosas en la tierra que las conjuras sotaneras teledirigidas desde más allá de las nubes. Y las reinas cornudas, dejaron de serlo, y los reyes golfos dejaron de serlo y los balidos y cortesanos desaparecieron gracias a la floreciente y potente democracia europea que recorría todos los países que no habían caído bajo el yugo del socialismo soviético. Ya la Revolución Industrial señaló el camino. No en vano EE.UU. nació democrática frente a la monarquía británica y ésta, aprendió a convivir con el pujante poder civil que salía de su parlamento. Lores y Comunes eran ya las primeras muestras de que la democracia -un ciudadano, un voto- no tendría marcha atrás.

Aquí en España no hubo revolución industrial y los amaneceres democráticos fueron demolidos, enterrados y teñidos de negro por la totalitaria presión soviética y el emergente fascismo militar, que al final, tras enfrentarse, nos detuvo cuarenta años en el tiempo. Aquel fascismo militar instauró como heredera de sus