Descabalgado por el destino

Ayer monté de nuevo a mi inagotable jamelgo metálico para atravesar las más extensas llanuras de los sueños infantiles. Cabalgamos durante horas en busca de las llaves de la verdad, preguntando a los troncos de los árboles si el sonido del viento se esculpe o se pinta en las piedras, si cuando llueve, las nubes gimen por las ablaciones, o si cuando el cielo se oscurece es la larga manta del tuareg la que cubre el resto de este ovalado mundo.

Mi cuadrúpedo engrasado sabe más por las larga sombra de sus números que por los kilómetros recorridos.

Siempre acaba descabalgándome.