Desde Hong Kong con amor (II)

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Diario IDEAL, 15 mayo 2013

‘Sincerity-Eternity’. Este breve pero poderoso dueto nos saludaba desde cualquier autobús de Hong Kong. Sinceramente. Eternamente. Es lo que podría resumir nuestro paso por esta ciudad eterna y sinceramente agradecida. Regresar a la patria después de una experiencia tan enriquecedora, duele, Y duele mucho. Vienes de la luz para pasar a la sombra. Te acuerdas de esa intrépida, dinámica e incansable ciudad y regresas a la mortecina, aburguesada, arrodillada y adormilada España esperando, una y otra vez, que pongan partidos de fútbol en la tele. Estamos sentenciados de muerte y no lo podemos evitar. Sentados en las puertas de las casa permanecemos para ver el cadáver pasar. Pero nadie hace nada. Aquí cumplimos la máxima de qué puede hacer el país por nosotros en vez de pensar qué podemos hacer nosotros por el país. Por eso, a tantos miles de kilómetros de distancia, todo se ve de forma diferente. Hay mucha competencia. Sí ¿y qué? Nada es ya sencillo en un mundo tan globalizado e interconectado. Se han acabado los mercados locales. ¡Por fin! Ser nacionalista de mi barrio ya no lleva a ningún sitio salvo al colapso financiero de parlamentitos, embajaditas, banderitas, patroncitos y politiquitos. Y ruinas elefantiásicas que apoquinamos todos.

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Vengo de una ciudad-estado donde trabajar es una máxima (tasa de desempleo del 3,4%). Donde el mendigar no existe. Donde cada metro se aprovecha para montar cualquier tipo de negocio, por que sólo con trabajo y empresa -de mil tamaños- se crece. Donde el dinero circula porque se sabe que para que eso ocurra, debe circular. ‘Money makes money’. Nada nuevo bajo el sol. Servicios pulcros, gentes educadas, cortesía, afán porque no te sientas extraño en ninguna de sus intrincadísimas calles atestadas y repletas. Y además, con un índice de criminalidad inexistente. Nunca me sentí extraño en Hong Kong. ‘I am where I belong’, leía en otro cartel. Desde luego. Y volvería con los ojos cerrados para sentirme ‘jonkonita’.

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La puerta de Asia es así. Un lugar donde no se pagan impuestos por importar mercancía, las empresas apenas pagan un 10% en Sociedades y las personas físicas soportan una discreta presión fiscal en sus rentas por el trabajo. Hong Kong está considerado el puerto más eficiente del mundo. No existe opción al error o al soborno. Se trabaja. Es una ciudad repleta de luz, humedad, coches y un misterio que nos une a la cultura oriental del que emana la esencia de ‘te ganarás el pan con el sudor de tu frente’ de forma digna, sin esperar que el país lo haga por ti, sin subvenciones, subsidios o dineros públicos. Cuanto menos país, menos estado, más progreso.

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Vengo de un lugar donde he estrechado la mano y he hablado con israelíes, dubaitíes, coreanos, indios,