El póster de la pared

He decidido blanquear las paredes de mi cerebro. He descolgado todos los pósters de la rubia intocable.

Las paredes están para abrir ventanas y no para levantar, un día tras otro, muros de aislamiento.

Ya estoy presto y dispuesto. Pico, brocha y cal.

Una nueva ventana mirando al sur; y otra que permita ver la puesta de sol… la más larga, la que nunca acabe.

Blanco para todo: para mi alma, para mi corazón, para mi sangre.

Manos blancas para recuerdos diáfanos, perdidos en este centrípeto hueso lleno, ahora, de nuevas oquedades.

Mis ventanas azules tienen, por fin, sus geranios esperando que llegue la primavera.

Y si miras bien, se ve hasta el mar.