El vaho de los cristales

Ayer dibujé tu nombre en la superficie transparente de la ventana de mi corazón.

Soplé para llenar el vacío con el sabor de tus besos.

Mi dedo trazó las letras con las que se componen el abedecario que dejábamos impresos en los campos de tu cama, siempre mojada, por tu respiración.

Me bañaba en ella; bebía de ti.

Te oía palpitar, contraerte, agazaparte en los gemidos.

El cristal, ayer, fue la pizarra.

Encerado líquido para no saber qué escribir, salvo dibujar una flor.