Epílogo: Las soledades

 

Traigo aquí las enigmáticas palabras de Schopenhauer cuando afirmaba que “la soledad es patrimonio de todas las almas extraordinarias. Nadie puede salir de su individualidad. La soledad ofrece al hombre colocado a gran altura intelectual una doble ventaja: estar consigo mismo y no estar con los demás”.

Esta noche cuando acabo las diez soledades quería finalizar con muchos deseos. Todavía no se si la soledad es una situación, una actitud ¿quizá una circunstancia?; ¿una invitada no deseada?.

Soledad, sentirse solo.

Paisajes no necesariamente oscuros.

Ahora escribo en soledad pero estoy -me siento- acompañado por todos mis pensamientos, anhelos, vocaciones, frustraciones, amores, desengaños, tropiezos, éxitos y estrepitosos fracasos. Todos, ya fracciones de segundo en un frugal repaso a estos últimos años de rápidas vivencias en intensas experiencias. Años donde las soledades, tal vez, se han amontonado más de lo deseable; pero para eso han estado mis gafas de sol, para ser consciente de ello. Por eso escribo en soledad; uno mi vocación y mi pasión para crear, para parir este texto preñado de días, horas, segundos quizá décimas de soledad. Lágrimas, paseos, viajes, despertares, reflejos, todo en soledad. ¿Hacia dónde vamos?

El individuo obtiene su exclusiva y única referencia vital porque tiene a otro. El otro justifica su individualidad. La suma de nuestras individualidades hacen sociedad, hacen progreso, hacen libertad; pero su resta generan soledad.

Quedan escritas mis pasajeras palabras a los sones de “no quiero estar sin ti” de Rosana. El destino también se encarga de poner música a la soledad.

Por último una cita de Orah Mountain Dream:

Quiero saber si puedes estar solo contigo y si en verdad aprecias tu propia compañía en momentos de vacío".

Epílogo del ensayo "Diez soledades de un ejecutivo" .