No hay conflicto de generaciones

 

 

Diario IDEAL, 10 de septiembre 2014

Este verano he tenido la oportunidad de charlar largo y tendido con mis hijos. Lo hago con mucha frecuencia, a diario. Pero este verano como quiera que se me ha quedado la patria potestad sólo en un cincuenta por ciento, me he dedicado, dedico y dedicaré, todo mi cien por cien, a mi hijo Alex, que, el pobre, va camino de tener que aguantarme mucho este año. Pero como nos conocemos desde que nació, es lo que tiene. Y encima, nos llevamos de lujo, que es lo mejor.

La verdad es que muy interesante hablar sin pausa pero sin prisa con un chico de catorce años, entendido, atento a la realidad, activo, inteligente  y con ganas de aprender. Está a un paso de entrar en la ‘generación Y’ que ha desbancado a la ‘ni-ni’ y creo, que será bueno. El ya sabe que nada es para siempre, que los trabajos cambian, que los sueldos son como son, que es necesario hablar –no estudiar- idiomas, que habrá que moverse mucho para ver donde se está mejor, que la tecnología es imprescindible, pero sobre todo que hay que aprender a diario, no tanto por saber sino por descubrir donde localizar el conocimiento. Y eso lo lleva a la práctica. Internet es para él una de esas potentes armas donde está todo el cocimiento que es necesario para solventar desde una duda sobre cómo usar una cámara de fotos, un juego, conocer la filmografía de un artista o trabajar con su profesor de Tecnología desde casa.

El año que viene cuando le toque marcharse a Estados Unidos, como su hermano, le va a resultar todo muy sencillo porque muchas de las cosas que ya está descubriendo por su cuenta y/o por mis explicaciones -pregunta muchísimo-, su hermano se las está contestando y, desde luego, la preparación , de ambos, en estos aspectos y otros muchos, ahora empiezan a dar sus frutos, aunque sólo sea para resolver la papeleta de moverte por el mundo sin descomponerte. Fernando ya está inmerso en esa ‘generación Y’. pero Alex es un candidato idóneo, por su tecnificación. Es nativo digital y, si fuera poco, disfruta con ello. Por eso está como loco aprendiendo fotografía ayudándome con la iluminación en esta faceta que cada vez me da más alegrías y proyección. Lo que no obtuve con la poesía he conseguido domarlo para que mis versos sean ahora imágenes, y mucho de lo proyectado y visualizado en mi mente empieza a realizarse. Y él está siendo testigo de ello. Por eso lo veo ávido de conocimiento, inquietud y con ganas de buscarse la vida en cuanto se haga con las riendas de su vida y se forme -en los básico- para lo que él y sólo él, quiera y desee. Fernando afirma ya que quiere ser ‘gerente de rancho’. Bastante tuvimos los demás con estudiar para ser fijos en algún empleo, funcionarios o vivir toda la vida atados a una puta hipoteca porque es lo que tocaba. La famosa rigidez laboral. Por fin eso se ha acabado. Y estos chicos de la ‘generación Y’ lo saben, sin necesidad de volverse bolcheviques subvencionados, agrios empleados ‘sine die’ o parásitos de mesacamilla. La realidad es así de rica y salvadora.

Muchos de los prepuestos que caracterizan a esta nueva generación, recuerdo ponerlos sobre la mesa en mis últimos años de carrera universitaria o cuando empecé a ejercer de abogado allá por 1.993. Ahora descubro que el tiempo va modelando a esos otros pensamientos y postulados inamovibles, acomodaticios y aduladores de lo público, para descubrir que veintitantos años más tarde, aquella visión anglosajona, impera para bien de mis hijos porque lejos de mostrar una realidad que no es, a mí me gusta que ellos vean la que es, con sus luces y sombras, y tienen muy claro cuál va a ser su camino. Mi papel en este caso será acompañarlos como un ‘pacer’ activo, pero jamás restrictivo o imperativo. Soy el que más se mueve en una foto, el que suma kilómetros sin descanso y el que, al preguntarme ‘qué soy’ -sobre mi profesión-, dependiendo del lugar y la hora, puedo contestar hasta cinco, seis o siete profesiones diferentes. Y las que vengan.

Jannike Stöhr era protagonista estos días en algún diario nacional por ser la chica –alemana- que buscaba los treinta empleos, habiendo dejado un puestazo en la VW con menos de treinta años. Esta es la gente que merece la pena que salga en la prensa. No los babosos y chupópteros inútiles de siempre, agarrados como garrapatas al ‘neoprogresubvencionismo’ del pantagruélico Estado del bienestar, nacional, autonómico-independentista y local.

Porque si no hay trabajo: ¿de qué bienestar hablamos? Ah, sí… el que había en Siberia donde los ratones te comían el escroto por orden de los compañeros camaradas proletarios.