Yo he visto cosas que vosotros no creeríais

 

San Antonio (Texas) 5 octubre 2017

‘Yo he visto cosas que vosotros no creeríais’. No sé los kilómetros que llevo acumulados pero son más de lo que pude imaginar hace unos años. A lo largo de mi vida he visto cosas que jamás creí iba a ver, he vivido momentos que jamás pensé vivir y he llegado donde antes jamás nunca pensé llegar. He visitado y viajado por cuatro de los cinco continentes. He dormido en las entrañas del Gran Erg (Túnez), he disparado en las montañas de Idaho o he paseado perdido por las calles de Guangzhou. Me ha parado el sheriff de Soda Springs, la policía secreta en Berlín o una pareja de inmigración en las inmediaciones de El Indio. He comido en mitad de la carretera más larga de Honduras, he subido a la Torre Eiffel y he desayunado casi a las puertas de la frontera con Ucrania. He recorrido Estados Unidos desde el Atlántico al Pacífico, paseado por las calles de Tánger o descubrir donde nació nuestra civilización a los pies del Partenón. He soñado puestas de sol en Mikonos, he revivido la Historia en Santa Fe y casi se estrella mi avión en el aeropuerto de El Salvador. He corrido en Central Park de Nueva York y por las calle bulliciosas de Londres o Hong Kong. Me he despistado en Roma, nadado en Amorgós o montado en bici en Versalles. He visto un partido de rugby en Huddersfield, saludado a Madonna en Berlín o he dormido en un hotel de Cincinnati por culpa de un huracán. He disfrutado de los mejores restaurantes del mundo, compartido un puñado de cuscús con un tuareg en el desierto y compartido la misma comida y plato con una familia paupérrima en un pueblo chino de cuyo nombre es imposible acordarse. He visto el buda más grande del mundo en Zhaocun y me he sentido diminuto en el Gran Cañón. Soy feliz viajando.

Sin embargo, he olido y llorado ante los rescoldos de los exterminados en Auschwitz, me he emocionado ante los agujeros del Muro de Berlín o en aquella iglesia de Leipzig donde la reunificación empezaría su irreversible marcha. No menos emocionante fue sentir los gritos de libertad que aún resuenan en las calles de Gdansk, donde parte de Europa empezaría recuperar su libertad tras la opresión soviética. He visto a las ‘mujeres sombra’ en Qatar o Emiratos Arabes. He compartido (muy a mi pesar) mesa con hombres que usan a las mujeres como esclavas a cambio de un plato de comida porque el partido todo lo permite. He estado en lugares donde al caer la noche, no se puede salir a la calle por riesgo a que te maten o secuestren. Me han puesto una pistola en la cabeza y amenazado de muerte a la salida de un juicio en Lisboa. Porque he celebrado vistas orales en juzgados de todos los colores, sabores y olores. He salido a toda velocidad de un barrio en San Pedro Sula con todas las luces y ventanillas bajadas de un coche porque existía el riesgo real de ametrallamiento en la esquina próxima al no pertenecer a ninguna mara. Me han extorsionado en Kumming en las proximidades de la frontera con Laos. Pero soy feliz viajando.

Gracias a las pocas cosas que he visto y he vivido, puedo decir que amo la libertad, detesto la censura, me horroriza la anulación de la mujer como ser humano, me destroza la guerra. Tengo amigos blancos, negros, indios americanos y de la India, amarillos, homosexuales, lesbianas, religiosos y ateos. De derechas e izquierdas. He vivido en Jaén, Granada, Pamplona, Irún, Tarragona, Madrid, Almería y ahora en San Antonio (Texas)

Todo esto me permite llegar a la conclusión de que gracias a lo poco que he visto y he vivido puedo afirmar que España es uno de los lugares con mayor nivel de vida, seguridad, libertad y estabilidad del mundo. Nada es perfecto. Nada es blanco o negro. Pero lo que tenemos es muy valioso. Vivo en un país, USA, donde la esperanza de vida apenas supera los 70 años, mientras en España ya estamos en 84. España tiene un sistema democrático y de libertades estable y admirable. Nadie se imagina cómo es vivir sin libertad porque tu libertad la establece el partido, las mafias o la religión. He olido a qué huele un exterminio y jamás uso la palabra fascismo en vano. Es demasiado seria. He visto las miserias de un sistema económico y otro. Y os aseguro que no querríais vivir en el comunista o en el socialista real. Prefiero arruinarme persiguiendo mis sueños que no tenerlos porque está prohibido tenerlos.

España, con sus imperfecciones, es un país acogedor, próspero, con un sistema de salud envidiable, infraestructuras de lujo, riqueza cultural, histórica y gastronómica. Sus calles son seguras y ningún policía te pide mordida para quitarte una multa o dejarte entrar en un restaurante. Tenemos un país sin armas y con universidades. España es un país donde puedes votar, elegir tu religión, tu opción sexual, vivir en pareja, adoptar, comprar el periódico que quieras o tener una mascota sin más limitaciones que las individuales. Un país con muchísimos derechos, escritos casi todos. Un país con procedimientos judiciales garantistas, donde prevalece la presunción de inocencia.

España, con sus grietas, es un país donde la gente se toca, se besa o se abraza, en privado o en público. España es un país donde se puede beber alcohol o comer jamón. España es un país donde uno puede bañarse desnudo en la playa. Porque en España se habla de sexo en público. De religión y política. Por que nadie se chiva, te delata o te denuncia por ello.

España, con sus miles de defectos, es un país donde amamos a nuestros abuelos, respetamos a nuestros padres y nos volvemos locos con nuestros hijos. España es esto y muchas cosas más.

Amo a España, sin complejos, porque España es lo mejor que he visto y conocido hasta ahora. Estoy en USA sólo por negocios. Sólo porque espero ganar el suficiente dinero que me ayude a tapar mis agujeros, comprarme un barco y dar la vuelta al mundo con la mujer que quiero, para seguir aprendiendo cada día y soñando con volver a España, a morir. A que mis cenizas se queden para siempre ahí. Entre olivos y la sal del Mar Mediterráneo a los que pertenezco.

España es un país al que se mira con envidia por su sol, sus playas, sus montañas, su comida, su libertad y, sobre todo, por su gente. Los españoles somos educados, formados, respetuosos y cuando estamos en el extranjero, somos una piña. En las competiciones internacionales somos los más festivos, coloridos y divertidos. Hay ya muchos españoles por el mundo en miles de puestos de responsabilidad que dejan a nuestro países siempre en la mejor posición, porque los españoles lo damos todo. Y todos, de una forma u otra, queremos regresar a España.

Por todo esto y mucho más, sigo sin comprender por qué se quiere acabar con todo esto. Por qué hay opciones que odian lo que tenemos, lo que somos, que promueven opciones políticas y económicas fracasadas, cargadas de odio, excluyentes y que sólo generan miseria y falta de libertad.

En España, por lo que poco que he vivido y viajado aún, es un lugar envidiable. Nunca echas tanto de menos a España hasta que no estás en España. Tal vez ése sea el único problema de España. No viajar.

Foto: isla de Zante (Grecia) 25 septiembre 2009. Aquel viaje que me cambió para siempre.