Hubo una época que escribía

Hubo una época en la que escribía

Hubo una época en la que escribía. Escribía sin lápiz ni papel. Imaginaba escribir. Soñaba con el arte de juntar palabra tras palabra para hilvanar frases con sentido. Frases cuerdas. Pero me di cuenta que las cuerdas son para atar. Y los cuerdos son esos tipos que creen que son el masculino de las cuerdas. Hoy he perdido ese sueño. Lo he dejado metido en un frigorífico, a enfriar. No sé si abandonado, olvidado o, simplemente, congelado para que no se eche a perder. ¿Se pueden congelar los sueños? ¿enlatarlos? ¿conservarlos sumergidos en sal? Escribir, soñar, congelar. Infinitivos verbos de oníricos y eternos deseos. Pero ahora que junto letras, recupero, otra vez, la sal, la lata y el hielo de mi mochila escritora. Porque nunca la dejé. Porque nunca dejé de escribir. Porque escribir es como respirar. Cada letra es un latido. Cada palabra una inspiración. Y la frase, esa forma de expulsar el aire de nuestros pulmones, mientras soñamos despiertos al borde de un acantilado con olor a sol. Hubo una época en la que escribía. Hoy apenas alcanzo a saber qué sueño. 

Hubo una época que escribía
NY 2015