La chica de los cocodrilos

 

Diario IDEAL, 10 de julio 2013

Es complicado a veces cómo determinar si lo que te cuentan es cierto o no. Si la realidad supera a la ficción como tantas veces se relata. Si en el fondo el ser humano es ese ser desconocido para el resto de sus congéneres, o simplemente, la extraordinario, por extraño que parezca, puede ocurrir.

Es el caso de Yolanda. Dicen que la policía la salvó cuando era una bebé de morir asfixiada en un tubería. Se puso de moda entre las madres adictas al crack, tirar a los bebés recién nacidos en una especie de competición hacia al infierno. Yolanda, sin embargo, hija de una madre yonqui que se ahorcó con el cable de su frigorífico, sobrevivió y hasta los diez años estuvo viviendo al amparo de las autoridad administrativas de su región. Al cumplir los diez años, Yolanda fue adoptaba por una familia, sin hijos y que colmaría todas las carencias afectivas de aquella niña que todos calificaban de ‘especial’. Especial porque un día, con apenas seis años en una excursión de su centro de acogida y cuidado, se escapó del control de sus monitores y estuvo casi diez horas en la pileta de los cocodrilos. Nadie daba crédito cuando se descubrió a la niña. Los vigilantes del zoo, asombrados, la descubrieron medio adormilada sobre la espalda de un ejemplar que medía más de tres metros. Tuvieron que anestesiar al quinteto de reptiles para poder rescatarla.

Aquella historia fue determinante para que Luis y Amparo, la adoptaran. Tras intentar tener hijos durante más de veinte años, la adopción se convirtió en la mejor manera de atajar aquel problema que iba a a acabar con los dos en el manicomio. Yolanda llegó y rápidamente, los tres se convirtieron en una familia feliz. Y el tiempo pasó. Y Yolanda cumplió sus dieciocho años y alternaba sus clases en la universidad, con su puesto de vendedora, a tiempo parcial, en una tienda de ropa de marca de una de las calles más importantes de la ciudad. Su larga melena rubia era fácilmente identificable, sobre todo, por los clientes de la tienda.

Al cumplir veinte años, la policía irrumpía en el domicilio de Luis y Amparo. Detenían a Yolanda y al ser juzgada, fue condenada a morir con una inyección letal. Se acreditó la comisión de veinticinco asesinatos.

Durante el juicio quedó probado que Yolanda, durante los dos años que trabajó en la tienda Lacoste, seducía a sus clientes con un polo transparente. Era una pieza especial diseñada en exclusiva para ella, por uno de los modistos de la marca, que al ver su foto en el proceso de selección quedó impactado por su mágica, extraña y subyugante mirada. El polo escondía tras dos cocodrilos sus dos pezones, que adornaba con sendos piercings. Una vez seducidos, las víctimas quedaban siempre en el mismo lugar con Yolanda que conseguía que sus amantes, al intentar quitarle aquel polo transparente y desnudarla, pasaran su lengua antes por sus cocodrilos, y sin apenas darse cuenta, se pinchaban con los piercings con forma de daga que atravesaban sus dulces y mortales pezones.

Inmediatamente, el amante caía rendido ante los encantos de Yolanda que usaba una extraña mezcla de éxtasis y LSD para embadurnar sus dagas. Sus amantes, en un estado de locura sexual, eran llevados a la pileta de los cocodrilos en el zoo, donde, tras hacer el amor sobre el más grande y viejo de los reptiles, Yolanda los dejaba definitivamente anestesiados, para que casi exhaustos y agotados, fueran devorados lenta y placenteramente por aquel grupo de noctámbulos y silentes crocodílidos.

PA: Como cada verano, en los meses de julio y agosto, sustituyo mis habituales opiniones por la lisérgicas ganas de escribir relatos que en este época del año me embarga, esperando, como siempre, sea de tu agrado, querid@ lector/a.