Ladrillos por botellas de aceite

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Diario IDEAL. 18 septiembre 2013

Cuando en mayo de 2009 empezaba a darle forma a mi proyecto de ‘iloveaceite’, no llegaba a imaginar lo que daría de sí. No sólo por haber superado con creces las expectativas con las que empecé sino, sobre todo, por la dimensión que el proyecto ha tomado. Lo que más destacaría de de todo este tiempo ha sido la experiencia, nacional e internacional, que he acumulado (nunca es demasiada).

Como decía, la experiencia internacional, no sólo me ha permitido visitar y conocer mercados tan diferentes y lejanos como Hong Kong u Honduras, sino que, es lo más importante, he realizado ‘por el artículo 33’ un apretado máster en comercio internacional. Sin duda en este aprendizaje no he podido evitar que mi experiencia como abogado haya servido. La gestión documental, y contractual de una operación internacional es ingente. Mis pinitos en el sector de la logística también han sido una referencia a la hora de poder desarrollar con cierta rapidez el aprendizaje de esta materia en este sector tan complejo, complicado y enrevesado. A todo ello la labor de gestión de empresa como mando superior, gestionando comunicación, diseñando, creando, desarrollando marcas o toda mi frenética relación 2.0 que nació allá por el año 2003 con la puesta en marcha de mi primer proyecto de Internet en enero de 2004, me ha facilitado muchísimo las cosas. Sin duda. No en vano llevo en el tajo desde el año 1990 cuando empecé de becario en Citibank. A esto añado toda formación, nunca suficiente, en postgrados, trabajos publicados, charlas, conferencias, etc.

¿Por qué digo esto? Me considero una persona formada y que por tanto puedo sumar esa experiencia a un sector como el oleícola, sobre todo en el aspecto comercial e internacional, huérfano de tradición y ayuno aún de profesionales que sepan, al menos, escribir sin faltas de ortografía. E insisto ¿por qué digo esto? En este tiempo también he visto como cada día, cada semana, cada mes, recibía, recibo y recibiré llamadas de señores con una manifiesta incapacidad de expresión, cuyo argumento para iniciar su tarea exportadora es que ‘he tenido una empresa de construcción y como ahora la cosa no funciona pues quiero empezar a exportar aceite’. No vale desmerecer la iniciativa empresarial de nadie. Pero ¡estábamos pocos y parió la abuela! Un sector cuyos recursos humanos están integrados en su inmensa mayoría por gentes del campo, con modestas preparaciones, no necesita buitres y ratas del pelotazo que no aporten ni un ápice de valor añadido a este sector. Cuando nos peleamos por exigir a nuestros sacrificados productores que eleven el listón de la calidad de nuestros productos, no podemos jugar en el mismo terreno con gentes que sólo pide ‘lo más barato’ y que ignora qué diferencia hay entre un virgen extra y un aceite de oliva ‘de los 0,4’.

Cuando nos gastamos dinero en mejorar idiomas o en contar con profesionales para el diseño de una imagen corporativa, no podemos dejar todo ese esfuerzo en manos de personas que la lengua extranjera la han visto en el ‘puticlub’ de la carretera o dando trabajo ‘ilegal’ a toda clase de nacionalidades. Pero lo peor de todo es que un sector económico no se basa en el ‘pelotazo’. La ‘construcción’ en España ha sido, en gran parte, responsable de nuestra situación actual al llenarse de gentes sin escrúpulos a los que le han hecho olas y palmas políticos, sindicalistas y banqueros, con menos escrúpulos aún.

El sector exterior, el comercio exterior es una cosa muy seria. Cuando sales al extranjero, quieras o no, representas a tu país, a tu sector. Hay que ser muy serios, profesionales, sinceros, cumplidores, exigentes. La mentira, el fraude, el pelotazo en el exterior salen muy caros. Ahí fuera las normas son muy distintas a las que muchos de estos que llaman para ‘exportar’ están acostumbrados. Porque curiosamente, muchos de ellos, se delatan contándote sus intenciones.

Jaén, además, y en particular toda su provincia, castigada por una tasa enorme de desempleo, entre otros azotes, lo que está inane, sobre todo, es de justo lo contrario. De almazaras, envasadoras, comercializadoras profesionalizadas, mandos intermedios y superiores con acreditada experiencia empresarial, calidad, trabajo, idiomas y muchas ganas de vender. Inversión en intangibles, como el conocimiento o la innovación, que tanta faltica hace y que tan poco valorado está porque aquí el que ha rascado algo ha dejado fábricas arruinadas, almazaras con agujeros enormes y subvenciones trincadas y desaparecidas para gloria del posado del político/a. El penúltimo: Oleo Martos.

Pero esto suena a prédica en el desierto porque tras estos años no atisbo en el horizonte cambios sustanciales y sustanciosos que, definitivamente, den el impulso necesario, ahora que existe la oportunidad más clara que nunca a crecer. Crecer de forma inteligente y sostenida, como lo hacen los sectores maduros de cualquier economía construida sobre la idea del trabajo de la hormiguita, la diversificación, la exportación y puesta en valor de su propio bien o servicio. Así que por favor el/la que lea esto y busque un intercambio de ladrillos por botellas de aceite porque está de moda ‘exportar’ que sepa que lo tiene muy chungo.