Más allá de Walter

Diario IDEAL, 7 mayo 2014

Esta semana es el personaje de Ben Stiller el que me servirá de inspiración para desarrollar la línea argumental de esta columna. No por la calidad de su interpretación o porque Walter Mitty vaya a ser premiado por nada; es lo que su historia transmite. Lejos del maquillaje y la sobreactuación de Stiller, esta peli, con unas imágenes que sobrecogen al mismísimo Sean Penn, fotógrafo vagamundos de la revista Life, marca esa línea que en el fondo todos deberíamos llevar: el conseguir lo que soñamos. Estamos acostumbrados a vivir -demasiado- en esa zona de confort -los gurús lo llaman así- y lo que es confort se convierte en rutina, y la rutina trae la monotonía y la monotonía es la antítesis del ser que llevamos dentro. ¿Te imaginas soñar todos los días lo mismo? Nuestros subconsciente es mucho más inteligente que nuestro consciente al elegir proyectar en nuestros cerebros, cada noche, imágenes diferentes. Nada que ver con nuestra vida confortable preñada de horas rutinarias donde un día es el clon del siguiente y así hasta que llegue nuestra hora de que nos despidan del trabajo o nos jubilen. Esta es la línea argumental de ‘La vida secreta de Walter Mitty’, que no es otra que la vida común de millones de personas que optan por ese tipo de vida y que en un rincón de su casa, de su trabajo, en el ascensor o en el baño, sueñan con protagonizar las aventuras de esas instantáneas que nos has mostrado a lo largo de los años las revistas Life o National Geographic. Y no hablo de historias de cine como las de la investigadora Dian Fossey, la escritora Karen Blixen o del ‘millonetisísimo’ Richard Branson. Hablo de vidas reales. De fotografías que existen que recogen escenas que se han vivido y paisajes, aún por descubrir, porque si algo tiene este puñetero mundo es que no hay días en la vida de una persona para ver, oler, tocar, probar u oír todo lo que nos ofrece, porque si te fijas, ‘every single day’ puedes ver, oler, tocar, probar u oír cosas absolutamente nuevas. Sólo hay que desearlo. Sólo hay que salir de esa zona de confort y convencer/se/te de que todos llevamos un Walter Mitty dentro, el soñador, y que en el fondo está deseando tirarse al mar desde un helicóptero en las costas de Groenlandia, a riesgo de morir congelado.

Y pese a que esto puede resultar retórico, metafórico o simplemente, cinematográfico, un servidor lo hace a diario. O lo intento. Días atrás me hallaba tras el pequeño visor de mi D40, fotografiando a Andrea, una bellísima modelo. Pues fueron unas horas, simplemente, maravillosas. Me sentí en la piel, por segundos, de Mario Testino o Bern Stern y pude disfrutar de esas fracciones de tiempo que dura un ‘shot’ para soñar con captar los pechos achampanados de Kate Moss o inmortalizar una aurora boreal. O, así de sencillo, cuando salgo con mi ‘Bro’ Pedro al monte, donde hablamos de libertad, equilibrio, sensaciones, emociones y durante las horas que cabalgamos sobres nuestras zapas imaginamos que las escarpadas dentelladas que nos ofrece la sierra madrileña, bien pueden ser estibaciones de la frontera canadiense en el Okanogan National Park donde seríamos igual de felices ‘pedroleando’ por el mero oficio de disfrutar.

Para rematar el artículo y esas ganas de disfrutar que procuro contagiar, siempre con mis letras, este sábado me pondré en la piel de Phileas Fogg y partiré para China donde estoy seguro que me aguardan otro millón de olores, tactos, sonidos y sabores, siempre atrapados en mi retina de miope de alta graduación, que un día soñó con comprobar con sus limitados ojos que, efectivamente, el mundo es redondo y no es un invento de la CIA.

La vida me está llevando por senderos increíbles, pero me afirmo y ratifico que gran parte de ellos están ahí porque yo los elegí, porque decidí salir de esa zona sofanera donde lo único que puedes criar es frustración y barriga. Por eso, insisto, que el día en que me pongan el traje de pino voy a pesar muy poco, y lo único que se llevarán de mí a la pira, serán unos pulmones vacíos de aire porque el resto ya me lo bebí a tragos largos y amarihuanados durante el tiempo que estuve por aquí. Serán los demás los que tendrán que evaluar si eso fue así o no. Mientras, yo sigo sin parar, y al margen de todas las vicisitudes que ya han salpicado mi vida -y las que vendrán-, aprovecho cada segundo para dar rienda suelta al Walter Mitty que llevo dentro. Aunque sólo sea fotografiando una alfombra, porque ¿no fue Aladino el que la usó para volar por las maravillosas tierras inexploradas de la antigua Mesopotamia? Y no lo digo yo; lo dice Christopher McDougall en su libro ‘Nacidos para correr’: Para acabar Leadville, una de las carreras de montaña más difíciles del mundo ‘no hay que ser el más rápido. Pero será mejor que seas intrépido’. Pues así, todo.