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2008¿Me ventilas?
La Calle 57 está como siempre. A esa hora sólo los camiones de gran tonelaje la atraviesan. Hay algunos viandantes despistados que, o bien regresan a sus casas borrachos, o van a coger el primer metro que les lleve a su lugar de trabajo. Pero aquí, en esta zona de la ciudad, sólo viven acaudalados ejecutivos que cenan en la Calle 80, junto al barrio judío.
He conseguido abrir algo la destartalada ventana. El plástico aislante se ha derretido haciendo cuerpo con la estructura de la ventana. La manivela está sudada y negra. Noto, sin embargo, una ligera brisa que roza casi pidiendo perdón, el final de mi espalda. Es el efecto del pequeño ventilador de la esquina.
Ella, ahora, quiere secar mi sudor y no olvida dejarme un viaje a lo largo del sendero por el que la última gota discurre. Llega a su destino. Estación. Parada. Y mis rodillas se pierden. El calor es aún más intenso. Se detiene en seco. Oigo como regresa a la cama. Al volverme, me sugiere un… ¿me ventilas?
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