Norma

¡Pobre niña infeliz!
Infeliz vida
iluminaste las noches sagradas
de mi encuentro con la pubertad,
abandonando con pasos cadenciosos la niñez
imaginando a la sombra
de tu perenne figura en blanco y negro,
películas en cinemascope
proyectadas en color
sobre de la pared de mis sueños;
compañera de desvelos amorosos,
sin dejar a la soledad
el destino de mis insomnios juveniles;
triste mirada acompañada del señor Gable
que preside tu balcón frente a mis hombros;
Norma, ¡encuádrame en el próximo fotograma
encarcelándome en tus barrotes de ocho milímetros!