Pescador en redes del siglo XXI

Diario IDEAL, 5 marzo 2014

Una semana más, es un film el que me inspira esta columna. Esta vez se trata del creador de Facebook,  Mark Zuckerberg que, siendo estudiante, se ha convertido en el multimillonario más joven de la Historia y en 2013, según la revista Forbes, ocupa el vigésimo puesto mundial. Este programador se sacó de la manga la verdadera ‘red social’, una herramienta que ha cambiado la forma de relacionarnos en un tiempo récord. Ya no sólo nadie concibe su presencia 2.0 sin tener una cuenta en Facebook, sino que alrededor de esta verdadera (la) ‘red social’ se han ido creando toda una serie de herramientas y plataformas diferentes (un universo paralelo) que nos han convertido a todos en pescadores del siglo XXI. Neruda hoy ya no diría aquello de inclinado en las tardes tiro mis tristes redes a tus ojos oceánicos. Hoy, tal vez, el poeta se expresaría de otra forma y los ojos oceánicos representarían una conjunción de ‘kb´s’ que a mucha resolución podrían pixelarse y esas redes no serían sino el conjunto de ‘me gusta’, sharing, retuits, etc., que una persona puede generar en décimas de segundos alrededor de un verso, foto, idea, vídeo o incluso ‘selfie’. Que se lo digan a DeGeneres. #ahílodejo.

Sin duda, lo que más me impresionó de ‘La red social’, la meritada película, es cómo conciben los norteamericanos los negocios. Es brutal. Simplemente brutal. Que un estudiante que ha conseguido unir a unas cuantas universidades de su país y que pretenda hacer lo mismo con dos o tres inglesas, agarre un chute de medio millón de dólares para desarollar su negocio, es un ejemplo de cómo rula la pasta en ese país. ¡Grande! Por eso Facebook es un ejemplo inimaginable en Europa, y mucho menos en España, donde la pasta la roban y se la reparten los políticos, sus bancarios, y toda esa horda de chupópteros neopúblicos que se arremolinan alrededor de los que cortan el bacalao, esperpentos y amigos ‘para todo’: meto aquí sindicatillos, universidadercillas, fundacionercillas, aeropuertecillos, trenecitos fantasmas, museillos, equipillos de fútbol y colchones rellenos con pestazo a putas y euros bañados en ‘gintonis y malboros’. Que me perdonen las citadas meretrices, que son las más señoras de todas las camas. Más arriba estarían la pestilente burocracia europea que, como siempre, también lleva de todo esto en su ADN intervencionista. Por eso ni Facebook, ni Whatsapp, ni Twitter, ni YouTube, ni Google habrían nacido, progresado y crecido en Europa. No en vano Europa ha perdido toda la partida tecnológica frente a USA o Asia en este sentido. Aquí que somos muy ‘socialprogres’ hablamos de sanidad para todos, educación para todos, subvenciones para todos, régimen para todos, partido para todos, fútbol para todos, desempleo para todos, oficinas para todos, viajar en 1ª para todos, derechos para todos, igualitarismo para todos… todos, todos, todos, ¡ah! y todas, eso sí, todo para todos pero sin esos todos porque la pasta me la gasto yo en ensalzar mi figura como si de un ‘mussolinincillo’ se tratara. Así es la vieja Europa de caduca y la España actual, heredera del sistema del pelotazo urbanístico aderezado con gestión política, donde se inventan céntimos sanitarios para doblegar un poco más a los abutagados ciudadanos más pendientes de si el portugués o el argentino meten gol o sus miembros viriles.

Y como todo este despilfarro de artillería lleva consigo la tilde (¿o es tildar/me?) de ‘neocon’, sí, lo soy. Me gusta serlo. Y me gusta ver como otros ‘neocones’ hacen que el mundo gire. Porque al menos éstos, como Zuckerberg, Gates o Jobs no caen en la doble moral que nos rige. Aquí se nos llena la boca de esperma mitinero hablando de empleo, con tasas superiores al 40%, o se nos ofrece una orgía de préstamos bancarios gestionados por los que nos sodomizan a diario con su insoportable y sindical burocracia. Y, además, usamos todas esas herramientas que los neocones han inventado para forrarse. Es la insoportable levedad de la ideología que nos pretenden vender. Ya lo decía en mi anterior columna. No nos engañemos. La pasta nos mueve a todos. No hay nada más que ver como ‘gordillos’, los asaltamercadonas, viajan excitados ‘en primera’ o como incluso en un ejercicio de postureo lucen marcas, estilos, embarazos, partos y puros al más rancio estilo capitalismo burgués. Por no hablar de coches, hoteles, tenedores y tangas de lujo.

Zuckerberg lo tenía claro. Y acaba la película con ‘yo no soy mala persona’. Bien, yo tampoco. Por eso me fío más de Zuckerberg que de toda esta impostura que nos asola en la actualidad. Pero como no soy Zuckerberg, ni tú tampoco, bastante hacemos con llenarles los bolsillos a él y a los mierdas que hacen como que nos rigen. El no roba. Los otros, sí. Y a diario. Ellos son los verdaderos pescadores de este siglo XXI. Y sin dar un palo al agua. Literal.