Rodando

Apenas pude contener la emoción. Estaba en el plató a punto de ver cómo se rodaba aquella película. Es el mejor día para rodar decía bisbiseando aquel director barbudo. Comezaron a desfilar los técnicos, maquilladores, estilistas, la peluquera, una buen puñado de extras y los tres actores principales.

El barbudo, que sudaba a borbotones, llevaba una camisa rosa absolutamente pegada a su cuerpo dejando entrever una espesa maraña de vello por toda su oronda figura. Repartió unos folios en blanco y dijo ¡a rodar!.

Aquellos actores se lanzaron al suelo, pareciendo finos fideos -por sus escuálidas figuras-  y comenzaron a girar sobre sí mismos aparentado un quehacer croquetero. ¡Rueden, rueden! seguía diciendo aquel director… y aquellos, dando vueltas sobre sus cuerpos por todo el plató. ¡Corten! ¡Están todos despedidos!, espetó.

Y aquel conjunto de personas, inmóviles por los gritos del barril rosa, sacó de los bolsillos una colección de navajas vendimiadores que, una vez montadas, fueron dirigidas a sus yugulares con un ritmo apocalíptico.

Las cortinillas de aquella película serían ilustradas por un enorme  baño de sangre. Mientras, la cámara se masturbaba sobre la jirafa.

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Rodando

Las agujas de reloj siguen su pesado camino circular para quedarse dormidas, una sobre la otra.

Llega la hora de hacer el amor sobre las doce y parir, después, las otras doce horas.

La larga, suspira de amor; la corta, recorta distancias, besando en el hombro a su fina invitada.

Amor entre horas, entre ellas…agujas amantes.

Imagino a mis agujas "salivándose" y amándose entre las piernas.

Sólo humedad.