Un abrazo

Con el transcurrir del tiempo van las manecillas del círculo contador corriendo tras los números.

El reloj no ha dejado de tocar su marcha nupcial para ver cómo las agujas se cosían en un acto eterno de superposición. Abrazándose.

Es, ahora, la hora redundante de abrazarnos.

La hora de cosernos y dejarnos prendidos por los alfileres que nos envuelven, sin necesidad de usar más hilo, que el hilo de nuestra respiración.