Danzad, danzad malditos…

 

 

 

Yo quiero verte danzar…

Danzar y danzar.

Peonza danzarina, amante y seductora, compañera inseparada e inseparable del verbo danzar.

Así son los grandes de las pistas. Entre danzares y danzarinas anda el juego. O mejor, la batalla.

El observador apenas si puede añadir nada: sólo un deseo de danzar. Nadie se siente tan importante como cuando eres el rey de la pista. O mejor, el zar.

Danzar es dejarse para que ella te arrope. Danzar es no marcar las horas porque si danzas, las manecillas del reloj se vuelven tan insivibles e inservibles que las únicas manos que existen son las de la danzarina, amante y seductora.

Danzad, danzad malditos.