La gata sobre el tejado de zinc

 

 

El calor comienza a desplegar toda su sabiduría.

Preña de soles los hombros masculinos que se engarzan en esa cintura femenina,

manifestando un sentir de serpiente reptadora que ahora envuelve todo su cuerpo.

Y sudas.

Y yaces sobre las gotas de tu propia esencia, deshaciéndote en miles de horas futuras, partiéndote por el momento que está desgajando tu piel derretida.

Ella, de nuevo, entra en la habitación enseñando la columna de su cuerpo y desviste tus pocas fuerzas de Sansón alquilado.

La surcas, la cruzas, la navegas…ella, mientras,  mirando sentada desde su tejado de zinc.