No represento a nada ni a nadie, pero…

 

Sé que no represento a nada ni a nadie, salvo a mí mismo. Pero cuando uno, tras recorrer 66 kilómetros y estar casi siete largas horas corriendo sin parar, está apunto de cruzar la línea de meta con una alegría inmensa y saca la bandera de su país, la de España, para lucirla con orgullo, en realidad esos segundos se convierten en mucho más que ‘un mostrar una tela de colores’. Vivimos tiempos convulsos donde todo lo que trasciende es ‘mierda, mucha mierda’, no la artística sino la de la peor calaña.

Sin embargo, cuando a tantos kilómetros de distancia, saco la bandera de mi país, España, estoy realizando un gigantesco homenaje a todo esos miles de compatriotas que se levantan temprano cada mañana para sacar adelante sus nanoempresas, negocios o sus trabajos con la mayor dignidad que les permite acreditar su responsabilidad, su esfuerzo, su compromiso, su afán de mejorar cada día, o su amor por hacer las cosas todo lo mejor que pueden y/o saben. Es un sentido homenaje a todas esas personas que, como yo, españoles, compartimos una forma de entender la vida a través del deporte (cualquiera), sus valores, la generosidad, el respeto y admiración al contrario, de la entrega por llegar a esa meta, lejos de cualquier otra recompensa que el insaciable placer de llegar aprendiendo a cada paso en ese camino.

Ese trocito de tela, roja, amarilla y roja quiere homenajear a esos políticos que, en España, realizan su tarea pública con admiración, honradez, sacrifico y entrega (que haberlos los hay y conozco a alguno).

Esas tres franjas son los colores de mis amigos, de muchos amigos míos que saben que cuando en una competición internacional, la saco, ellos están conmigo. Lo sabe Uxío, sufridor compañero mañero incansable; lo sabe mi Bro Pedro con el que recorrería el mundo ‘a dos patas’ por el simple y liviano placer de hablar horas y horas con él. Lo sabe Vero que hace unos días, un Viernes Santo, me atendía en plenas vacaciones porque estaba literalmente cojo. Sus manos, españolas, también me ayudaron ayer a cruzar la meta. Lo sabe Miguel (The boss), Javi, Paloma, Isabel, Marisa, Laura, Anita, Eduardo, Andrés, David, Patricia… lo saben todos mis compañeros de la Cooperativa de Peal, trabajadores incansables y deseosos de que nuestro aceite no conozca fronteras. Lo sabe Eva, amiga del alma.

Esos colores son los de mi familia, mis orígenes, mis ascendientes; es mi homenaje a todo lo que he recibido, recibo y recibiré de ellos. Son los colores de los médicos que tan bien están tratando a mi madre para que venza, en su carrera, al cáncer. Son los colores de mis hijos, de Rosa que, con su infinita capacidad de amar, está permitiendo que yo esté aquí y no allí, luchando por un sueño. Son los colores de ese sueño que, por mucho que otros se empeñen en ocultar, manchar, estropear, romper, rasgar no lo conseguirán porque también, estos colores, son los de la/mi resistencia, la de la resistencia activa que se ejerce con la razón, el compromiso, la entrega, la pasión, el indiscutible respeto y sobre todo, con muchísima educación.

Esa bandera es, una vez más, la de mi corazón, el que late para hacerme llegar tan lejos como hasta ahora he querido y el de todos los que, de una forma u otra, siempre han estado a mi lado para que ello fuera así.

Y desde luego es también el de los que, aunque aquí no cite (mi memoria es muy limitada), pero los llevo desde hace mucho tiempo alojados en ese pisito con vistas al mar que late a apenas un ‘pam’ por segundo en reposo.

Ayer, cuando cruzaba la meta de la ‘Austin Rattler 66K’, entre anónimos gritos de apoyo, en el término de Smithville (Texas), esa bandera era, modestamente, mi bandera y la de todos ellos. Y como creo que muchas de las cosas que hago las hago, simplemente, por amor, también es la bandera de ese sentimiento.

Fotos oficiales Austin Rattler 66 k (Leadville Series Race) cortesía de Athlinks.

Las otras son las de mi amigo Lawrence.

Resultado oficial 6:51:01: 3º en mi categoría / 23º General